Para que se dé una verdadera democracia es necesario que el primer eslabón de la cadena sea la representación.

Representar significa estar presente por alguien en algún acto público y tomar las decisiones o ejecutar las acciones que la persona representada nos haya encargado. Cuando, por ejemplo, damos unos poderes ante notario a un hermano, o a un amigo de confianza para recoger, digamos, una herencia porque nosotros estamos, digamos, en EE. UU. y no podemos estar presentes en el acto de la lectura del testamento en España, el notario se encarga muy mucho de especificar detalladamente en el documento los poderes que tiene el representante. Eso quiere decir que el representante puede o no aceptar la herencia en nuestro nombre según nuestros deseos. Pero lo que no puede hacer ese representante es comprarse una casa con nuestros poderes porque no le hemos facultado para ello.

El primer eslabón de la democracia es la representación. Con la representación el representante nuestro vendría a ser alguien a quien le damos poderes para proponer unas leyes en nuestro nombre. Y nos va a representar para cumplir con unas instrucciones precisas que son las que vienen dadas por las promesas electorales y el programa electoral. Y en nuestro nombre significa en el nuestro, no en nombre de un jefe de partido. Así que en democracia cuando el representante que va a la cámara baja a proponer leyes su deber es el  de representarnos a nosotros: a la sociedad civil que lo hemos elegido. Puede o no pertenecer a un partido, pero su lealtad debería dirigirse a su distrito electoral.

El germen de todos los males de corrupción, derrumbe de la meritocracia y despilfarro por parte de las oligarquías políticas dominantes se resume en lo siguiente: los representantes deben su lealtad a quienes le pusieron en una lista. Deben su lealtad a un jefe de partido o un grupo cercano al mismo responsables de confeccionar la lista; y el orden de esa lista es determinante en las posibilidades de ocupar el cargo de diputado en el Congreso.

La primera consecuencia es que la sociedad civil no tienemos representantes porque no los hemos elegido nosotros. Eso quiere decir que los de la lista no nos deben ninguna lealtad: su lealtad es para ese jefe de partido que los ha colocado allí. Esta aberración hacia la democracia tiene un nombre: disciplina de voto.

Cuando el primer eslabón de la cadena es una lista electoral, da igual abierta que cerrada, todo lo que sigue ya no es una democracia. Es otra cosa. Es una partitocracia. En este artículo hemos definido lo que no es democracia. En  uno futuro haremos una propuesta de lo que sí sería democracia cuidando muy mucho el partir del concepto de la representación.