cristo

Esto denunciaba San Agustín, también Aristóteles nos prevenía contra las leyes inicuas que a medida que se asentaban en el tiempo, provocaban una menor reacción.

Esto que denuncia el santo, es lo que podríamos llamar cocción lenta ¿pero que se cuece?

Nosotros los católicos, los cristianos en general y todo aquel que al menos reconozca la ley natural como guía de los actos individuales y colectivos (como sociedad) somos los que nos cocemos. Esta cocción comenzó hace muchos años y se ha concretado de diferentes formas que no es mi objetivo examinar aquí. Os diré que el punto de cocción perfecta, esto es la eliminación total del cristianismo y la ley natural del ámbito político y social está casi hecho.

Hoy la llamada derecha sociológica esta miserablemente reducida a luchar por la vida de los bebes frente al aborto quirúrgico o químico que los asesina por miles cada año y por una tímida defensa de la libertad educativa frente al Estado que, con el brazo del laicismo y la ideología de género, pretende usurpar la patria potestad.

Bien, he de decir, que no traigo buenas noticias para aquellos que pretender defender (sólo) esas dos banderas mencionadas, pues en breve, también serán arriadas, como lo fueron otras anteriormente. Si pretendemos recuperar la hegemonía cultural y política, hemos de alzar la mirada y ver como hemos ido progresivamente abandonando una y cada una de las trincheras y batallas que se nos han presentados. La primera fue el trono de Cristo, la de su realeza social.

Es este tema sobre el que pretende versar mi artículo

Sé que muchos desconocerán por completo esto, otros en cambio, lo relacionarán con el carlismo y otros quizás lo confundan con un estado teocrático y totalitario que niega la libertad religiosa y la autonomía de lo temporal. Porque soy consciente de este panorama, pretendo modestamente mostrar aquello que es el eje fundamental de la doctrina social de la Iglesia Católica: el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo.

Nos dice su Santidad el Papa Pio XI en la encíclica Ubi Arcano (1922) puntos 41-42 que el reinado social de Cristo se realiza cuando el Estado tributa los honores debidos a Dios, lo reconoce como origen de autoridad, derechos, libertades y además considera al Iglesia como maestra y guía de las demás sociedades. Es decir, que la realeza de Cristo implica lo siguiente:

  • El reconocimiento del origen divino del poder. Esto es, que toda autoridad viene de Dios como bien recoge la escolástica -tanto la propiamente dicha (Santo Tomás o San Alberto Magno) como la tardía, mayoritariamente española (Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, etc.) entendía, en efecto, que el poder viene de Dios, que Él lo confía primo et per se a “la república misma” (o sea, la comunidad en su conjunto); pero, dadas las dificultades prácticas de la democracia directa, el pueblo delega el poder en “los príncipes y magistrados”. Ese poder, efectivamente, debe estar sometido a la ley natural; la Iglesia, por otra parte, ejerce una función de vigilancia y contrapeso.
  • El reconocimiento de los derechos y libertades en Dios. Un buen ejemplo es la declaración de independencia de los Estados Unidos: […]Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad. Que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla, o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad […]
  • La impregnación del cristianismo en toda la sociedad. Como bien recoge la encíclica Apostolicam actuositatem núm. 13 informar con el espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno vive.
  • El reconocimiento de la Iglesia Verdadera. Esta característica, se recoge plasmada en la Constitución de 1876 redactada por don Antonio Cánovas del Castillo en su artículo 11: La religión católica, apostólica, romana, es la del Estado. La Nación se obliga a mantener el culto y sus ministros. Nadie será molestado en el territorio español por sus opiniones religiosas ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la moral cristiana.

Para los que me sigan en mis artículos, saben que es para mí muy acertada la constitución irlandesa pues resumen muy bien los tres primeros puntos:

En nombre de la Santísima Trinidad, de quien procede toda autoridad y a quien revierten como destino ultimo todas las acciones tanto de los Estados como de los hombres.

NOSOTROS, el pueblo de Irlanda, en humilde reconocimiento de todas nuestras obligaciones con Nuestro Señor Jesucristo, que mantuvo a nuestros padres durante siglos de pruebas.

En recuerdo agradecido de la heroica e incesante lucha de estos por recobrar la legítima independencia de nuestra Nación; Y tratando de fomentar el bien común, con la debida observancia de las virtudes de Prudencia, Justicia y Caridad, de tal modo que se garantice la dignidad y la libertad del individuo, se alcance el auténtico orden social, se restaure la unidad de nuestro país y se establezca la concordia con las demás naciones,

POR LA PRESENTE ADOPTAMOS, PROMULGAMOS Y NOS OTORGAMOS ESTA CONSTITUCION.

Si bien, el cuarto, debería de introducirse, al modo que Cánovas hizo en el ya citado artículo 11.

Entender esto, es fundamental, si creemos que el Estado debe de estar al servicio del bien común cuya máxima es la salvación eterna. Con esto ya tendrá el lector una idea clara del ideal. Pero, veamos cómo se concreta.

A lo que aspiramos, tal y como hemos explicado, no es a un Estado teocrático que confunda poder religioso y poder civil como hace por ejemplo el islam. No pretendemos como digo, una sociedad opresiva, ni un Salem ni una Ginebra de Calvino. De hecho, sólo el catolicismo, ha entendido esta distinción entre religión y poder, no al modo laicista sino rectamente entendido. Con el objeto de clarificarlo, trataremos dos puntos fundamentales sobre los cuales ha recaído la confusión y los ataques:

  • La cuestión de la autonomía de lo temporal
  • Lo que se refiere a la libertad religiosa

Estos dos puntos, de forma simplista podrían explicarse:

  • No significa que la sociedad deba de ser un convento o un monasterio y que el Estado sea el prior o la Abadesa
  • No significa que se vaya a quemar a nadie, ni que todo el mundo tenga que ser católico, ni que haya que enseñar la partida bautismo para votar.
Pero profundizando seriamente abordemos la primera cuestión: la autonomía de lo temporal

Este asunto, es precisamente el punto núm. 36 de la Gaudium et Spes (que versa sobre la Iglesia en el mundo moderno) ¿Qué hemos de entender por autonomía? O mejor dicho ¿Qué no hemos de entender? La encíclica responde: Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida. Un ejemplo claro del rechazo a esta concepción es la ya citada constitución irlandesa. Así pues, la autonomía de lo temporal es el reconocimiento del Creador y de nuestra condición de criaturas que disfrutamos de la Creación, la cual debe en todas sus cosas ser gestionada buscando el bien. Es en ese sentido (el de la libertad para promover el bien de la Creación) que es autónoma la realidad terrena.

Segundo asunto: la libertad religiosa

Este punto, es importantísimo. Cuando hablamos de libertad religiosa, no hablamos de indiferencia, de relativismo o de falta de defensa de la verdadera fe (como apuntan los contrarios al respeto del derecho a la libertad religiosa) sino que con el catecismo decimos que el hombre debe rendir culto a Dios, tanto individual como socialmente considerado. ¿De qué modo? Evangelizando sin cesar a los hombres para que impregnen de cristianismo todo el orden social. (punto 2105)

Pero para evangelizar y creer se necesita libertad como bien dice el punto 2106:

En materia religiosa, ni se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella, pública o privadamente, solo o asociado con otros, dentro de los debidos límites” (DH 2; cf GS 26). Este derecho se funda en la naturaleza misma de la persona humana, cuya dignidad le hace adherirse libremente a la verdad divina, que trasciende el orden temporal. Por eso, “permanece aún en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y adherirse a ella” (DH 2).

Y de nuevo, frente a los que manifiestan que el derecho a la libertad religiosa es la adhesión al error, la Iglesia responde en el punto 2108:

El derecho a la libertad religiosa no es ni la permisión moral de adherirse al error (cf León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum), ni un supuesto derecho al error (cf Pío XII, discurso 6 diciembre 1953), sino un derecho natural de la persona humana a la libertad civil, es decir, a la inmunidad de coacción exterior, en los justos límites, en materia religiosa por parte del poder político. Este derecho natural debe ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad de manera que constituya un derecho civil (cf DH 2).

Tras este argumentario doctrinal, creo que ha quedado explicito el reinado social de Cristo en el marco del respeto a los derechos inalienables del ser humano.

Sin embargo, no puedo dejar de tratar la explicación del porque se ha de defender un Estado confesional frente aquellos católicos bienintencionados que argumentan que bastaría con una laicidad positiva que reconociese los valores heredados del cristianismo. Entiendo que es tentadora la idea de pretender un estado laico, es decir, no laicista (como el francés, por ejemplo) que obre con respeto a ley natural y permita la influencia de la religión en los publico, pero esto es a mi juicio el origen primero que nos trae hasta aquí. Es esa primera trinchera que jamás se debió abandonar.

Cristo, nos dice en San Mateo 12:30 que quien no está con Él está contra Él. Sucede lo mismo con el Estado. Si éste no se dirige a Dios, se dirige al diablo. Entiendo que es una afirmación radical, pero es por eso mismo verdadera. A mi juicio, no cabe laicismo positivo.

El estado que es el sello de la comunidad política debe proclamar en su Constitución la verdad católica. Ese proclamar la verdad desde la cúspide del orden social, lo tienen claro los países protestantes. Muchos de ellos tienen a su iglesia nacional sufragada por los presupuestos y proclamada como religión estatal. Examinemos brevísimamente, el caso anglicano. Es un Estado confesional para el cual se reclama profesar la fe anglicana para ser rey o reina.

A modo de conclusión, me gustaría plasmar el bello discurso de su Majestad Alfonso XIII en el cerro de los ángeles con motivo de la consagración de España al Sagrado Corazón. Me parece que es una muestra clara de todo lo que se ha defendido en las presentes líneas.

España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.

Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el reino de Dios en la paz de las almas, redimidas por Vuestra Sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley; reconocemos que tenéis por blasón de Vuestra Divinidad conceder participación de Vuestro Poder a los Príncipes de la tierra y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.

Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna: luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia, todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.

Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la Ciencia y de las Letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.

Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que tantos pueblos ha desangrado; continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia. Desde estas alturas que para Vos hemos escogido, como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la pacifica armonía de todas las clases sociales, encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo.

Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la Nación y defensa del Derecho. Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida, pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de Vuestro Amor y en el regalado seno de Vuestro Corazón Adorable. Así sea”.

El año que viene es el centenario de la consagración. ¿Se animará su Majestad Felipe VI a seguir los pasos de su antecesor Alfonso XIII cumpliendo con su título de rey católico? Veremos (risum teneatis).

Adveniat Regnum Tuum