Hoy quisiera proponerles,
a tirios como a troyanos,
que nos dejemos de bromas
procurando ser sensatos.
Pero antes es preciso,
que no seamos esclavos,
de tantas teorías inciertas
o incompletas del pasado.
La historia de nuestra guerra,
que tanta tinta ha gastado,
no tiene un solo culpable
sino muchos a ambos lados.
Lo que no es justo decir,
a las alturas que estamos,
que la Ley de Zapatero
cumple con lo pregonado.
Porque parte de un principio,
incierto y tergiversado,
que deja libres de culpa
miles de funestos actos.
Presume que nuestra guerra,
hay que fecharla contando,
lo que sucedió a partir
de que hubiera terminado.
Craso error, vive el Señor,
pues ya el año treinta y cuatro,
nos trajo un levantamiento
duro y revolucionario.
El partido socialista,
con catalanes al lado,
no aceptó que ante las urnas
la CEDA hubiera ganado.
Los socialistas entonces,
bastante bolchevizados,
querían una dictadura
fuerte y “del proletariado”.
Y mientras los catalanes,
siempre tan “civilizados”,
aspiraban “por las buenas”
a verse independizados.
En España, aquellos aires,
cada vez más enturbiados,
trajeron muchas desgracias
sufridas en los dos bandos.
Desgracias sin parangón,
tristezas y malos tragos,
momentos desconcertantes
en las urbes y en los campos.
Que ahora quieren presentar,
con un sesgo interesado,
las gentes que a toda costa
quieren llevarnos al caos.
¿Es que no hubo en España,
entre el año treinta y cuatro,
y el comienzo de la guerra
Que fueron el germen previo,
de tantos desaguisados,
contra gentes de derechas
religiosos y artesanos.
¿Como explicar de otro modo,
que, en este periodo aciago,
destruyeran veinte mil
edificios consagrados?
Se profanaron las tumbas,
y quemaron los retablos,
de un montón de catedrales
cuyos bienes saquearon.
A siete mil religiosos,
con vileza asesinaron,
también a seminaristas
y a seglares a puñados.
Como no creían en Dios,
estos “buenos” milicianos,
al Corazón de Jesús
en Getafe ejecutaron.
Pero nada de eso dicen,
aquellos que han inventado,
una memoria embustera
de ribetes encarnados.
¿No es triste que lo que hicimos,
con el consenso más amplio,
el año setenta y ocho
se dé por finiquitado?
Creo que es tiempo de olvidar,
y no seguir los dictados,
de quienes quieren vivir
inmersos en el pasado.