¿Quién lo hubiera dicho hace quince, veinte o treinta años?: los huesos de Franco (junto con la persecución burocrática y de otros órdenes a la Iglesia católica) son la esperanza de la izquierda española para dar solución a los grandes problemas que tenemos en España. Al decir la izquierda, me refiero sustancialmente al PSOE, aunque siempre apoyado por comunistas y demás “familias” adyacentes.
No es nada nuevo porque ya en la etapa nefasta de Zapatero, la cantinela principal de su mandato fue la misma que la del perdedor de todas las elecciones, el actual presidente del gobierno de España. Zapatero dejó a España en una situación económica tan crítica, que si no es por Rajoy nos hubiéramos visto envueltos en una ruina como la de Grecia.
Se gastó una millonada en muchas rotondas que no han servido para nada y concibió la Ley de Memoria Histórica, destinada a mentir, desavenir y crear conflictos. Y el perdedor de todas las elecciones, muy cortito de talento, y con muy mala intención, copió el modelo, sin respetar los acuerdos de la transición y sin intentar poner las bases para logar un futuro próspero para los españoles.
Él confía -tan solo- en obtener rentabilidad política de los huesos de Franco y, de paso, meter en problemas a la Iglesia católica. Ignorando que los huesos humanos, tras tantos años enterrados, son pura ceniza y que la Iglesia católica, con sus defectos como toda institución regida por hombres, es la que más recursos destina a los necesitados de nuestra querida España, que son muchos. Recursos que -en su gran mayoría- proceden de las aportaciones voluntarias que los católicos hacemos sin ser presionados y como gesto de solidaridad con los demás. ¡¡Esta es la pura y triste realidad!!
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