Desde siempre han existido (y existirán) antitaurinos, personas que se oponen y condenan el noble arte de la tauromaquia. Pero de un tiempo a esta parte una parte de este movimiento “animalista” ha derivado en un vandalismo antitaurino muy peligroso.
Ya no se limitan a manifestarse en contra de la tauromaquia, sino que han dado un paso más, avanzando en su odio, ya han pasado a los insultos y a las agresiones a los profesionales y aficionados taurinos; y también al ataque al patrimonio artístico. Un auténtico vandalismo taurino.

Algo que el Partido Popular de Córdoba ha denunciado estos días a cuentas de la pintada que se ha realizado en el busto dedicado al Califa del toreo cordobés Rafael Molina Sánchez ‘Lagartijo’, en la que se puede leer “asesino cabron” (sic), una pintada que el Ayuntamiento de Córdoba no elimina. Pero esto no solo ocurre en Córdoba, es algo que sufrimos en toda nuestra piel de toro.

Ahí están las pintadas a las estatuas dedicadas al gran Curro Romero, a Enrique Ponce o al malogrado Manolo Montoliú, -y otras muchas más-, por no hablar de todas aquellas que de vez en cuando aparecen en las plazas de toros, en las que se nos insulta a todos los taurinos.

vandalismo taurino

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Esta es la educación de los antitaurinos, que no dudan en destrozar obras de arte para defender sus ideas. Ellos mismos se posicionan con su vandalismo antitaurino. Lo malo es cuando este vandalismo antitaurino tiene el apoyo de unos ayuntamientos que miran para otro lado, permiten estos hechos y luego no restauran y reparan los daños que sufren estas obras, dejando constancia de su posicionamiento, al lado de los vándalos, de los intolerantes.

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