El género como ideología no es una mera representación del sistema, sino pura ingeniería social, pues no intenta describir la sociedad para mejorarla, sino cambiarla radicalmente.
Juega con trampa: intenta reconstruirla a su gusto para que se adapte a lo que la propia ideología predica. Ingeniería social significa que Gobiernos como el español están promoviendo el odio entre hombres y mujeres como parte de su estrategia para modificar sustancialmente la sociedad. En este caso, para peor, y a cambio de votos y dinero. El género solo es un conjunto de prejuicios: un paquete de ideas no contrastables, como la que dice que si nazco varón no tengo por qué serlo. Que si actúo como varón es, sencillamente, porque reproduzco el comportamiento que la sociedad tradicional (‘patriarcal’) me ha enseñado.
Ningún científico serio ha probado esa afirmación, ni tampoco que haya ninguna mujer encerrada en el cuerpo de ningún hombre. Los manipuladores nos venden como verdad la patraña de la mujer enjaulada para animar a muchas personas a cambiar de sexo en uno u otro sentido, pero la afirmación solo es pseudociencia: es una aseveración no contrastable mediante métodos rigurosos. Esta mentira da trabajo a mucha gente. Entre otros, a quienes se dedican a inocular estas ideas tóxicas en las mentes de nuestros hijos. Lo hacen en encuentros escolares que no denominan ‘cursos de género’ para no alarmarnos: se llaman talleres, cursillos o seminarios ‘de igualdad’.
Los del género nunca llaman a las cosas por su nombre, mienten todos los días, e igualdad es su palabra talismán porque resulta eufónica: tiene buen aspecto y suena inofensiva y muy bien. El problema es que el vocablo igualdad oculta varias mentiras diferentes, que siempre son difundidas por organismos públicos como la ONU y como el propio Gobierno español. Embustes que nos salen muy caros, porque casi siempre se construyen con dinero público y se asperjan hacia las mentes de los españoles con la misma financiación. Además de que siempre terminan con alguien cobrando por algún concepto: ‘expertos en igualdad’ (que solamente son fanáticos que viven de su adicción ideológica), teóricos, psicólogos, abogados y consejeros políticos.
Trampas del lenguaje.
Fíjense en que nuestro ministerio de la Mujer se llamaba ministerio de Igualdad o en que, para el sistema penal español, igualdad significa inferioridad del varón, plasmada por escrito en leyes discriminatorias. Los juristas de todo el mundo saben que nuestro ordenamiento jurídico está organizado para procesar también a los hombres inocentes cuando no existen ni siquiera indicios de que hayan cometido maltrato.
El Sistema sencillamente los equipara con los culpables o con los sospechosos. Elimina las fronteras entre verdad y mentira y entre el bien y el mal, provocando el colapso de todo el sistema ético español. Dicho en román paladino: en lo relativo al género, España ha eliminado la ética y la moral. Necesita varones que condenar y nada le importan la Justicia ni la equidad, así que le da igual que estos sean culpables o inocentes. Ya llevamos trece años así y todos nuestros políticos saben que esto ocurre o conocen a hombres procesados sin ninguna prueba, solamente porque su pareja femenina los denunció. Pero guardan silencio, porque entienden que la ética no es uno de los ingredientes de su actividad pública.
Saben que, si son buenas personas, no llegarán lejos en el trabajo.
El esquema de mentiras de la ideología de género está copiado de la novela de Orwell 1984, en la que el ministerio de la Guerra se llama Minpax, el encargado de gestionar los recursos de la crisis Minindancia y el del Interior, Minamor. Aquella dictadura decía “La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”. Insisto: siempre que oigamos decir igualdad debemos estar alerta, pensar que la palabra puede querer decir lo contrario de lo que parece. Sobre todo, si hay niños.
Otro vocablo trampa es perspectiva, que solamente quiere decir prejuicios. ‘Perspectiva de género’ es ‘prejuicios de género’. Los que defienden estas ideas tóxicas extremistas exigen imponer una perspectiva de género e imparten cursillos sobre esta hasta a los jueces, a los que intentan convertir en lacayos. Pero lo último que un juez decente puede hacer es actuar con perspectiva alguna, con ideas a priori. Un juez tiene que ser imparcial. La perspectiva de género solamente significa que jueces, abogados, periodistas, peritos, médicos y otros profesionales deben actuar favoreciendo a la mujer.
Algunos de esos cursos pretenden condicionar las sentencias de los jueces y las informaciones de los periodistas atendiendo a un apriorismo: el hombre es violento o es malo. Una opinión que manifiesta en público la alcaldesa Manuela Carmena, que gasta una considerable parte del dinero de los madrileños en promoción de actividades feministas radicales. Magnífico: fundamentalistas en las Administraciones volcando sus prejuicios sobre la población y discriminando, de acuerdo con ellos, a la mitad de la misma. Dinero público también para los medios de comunicación afines, con el fin de que difundan mentiras ideológicas.
Telemadrid es una televisión que no tiene audiencia, ni tampoco más justificación social que la de castigar el bolsillo del contribuyente, pero sí tiene ideología: es un altavoz del género. Su director general, José Pablo López, no es un hombre con décadas de experiencia en televisión ni currículo contrastado: su único mérito es ser un activista del género afín a Podemos.
Hay que someterse o rebelarse, pero es imposible convivir en paz con esta ideología de la órbita marxista, que es rencor puro. Si Marx decía “Trabajadores del mundo, uníos”, el grito del género viene a ser “Mujeres del mundo, uníos. Si vuestro agravio ha caducado, inventad otro”. La ideología de género genera injusticia, subyuga a la mitad masculina de la población y justifica actuaciones monstruosas como las de John Money, un psicólogo de Estados Unidos que se convirtió en un nuevo doctor Mengele y jugó a ser Dios.
Los movimientos políticos no suelen amenazar al principio porque así no se puede crecer, todos los inicios suelen tener un aspecto dulce. En sus albores, el comunismo le pareció solidario a todo el mundo y hasta algunos empresarios judíos patrocinaron el nazismo. Lo malo fue que esos movimientos tomaron el poder. Un día, la ideología de género estará tan superada como estas otras dos, pero la duda está en saber cuánto daño habrá hecho para entonces.