Puede que sea lo legal, pero no es ni justo, ni legítimo
Leía el pasado fin de semana en “El Español” el fantástico artículo sobre Paco y José Luis, dos boinas verdes que han luchado contra ETA y han pertenecido al GAR (Grupo Antiterrorista Rural) de la Guardia Civil. Y a mi, que me declaro admirador de la Guardia Civil, no deja de sorprenderme que puedan ser multados con una multa de entre 601 a 30.000 euros por despedir a un compañero suyo vistiendo de uniforme.
Las situaciones por las que han pasado los miembros de ese cuerpo, descritas en el artículo, hacen que uno se emocione y no deje de dar las gracias a hombres como Paco y José. Su lucha sin descanso contra ETA y su defensa de la ley, de sus compañeros y de todos los españoles, debería ser reconocida por todos los españoles.
No solo han puesto en riesgo sus vidas. Han puesto en riesgo su vida familiar y su salud física y, sobre todo, mental. Han entregado, y ellos de forma literal, su vida por el cuerpo y por luchas contra esa gran lacra que era y sigue siendo el terrorismo etarra.
Su compañero Manolo Martín Conejo solo les había pedido un favor para el día de su entierro
Describen la relación entre los compañeros del GAR como más que fraternal, practicamente su verdadera familia. Y cuando su compañero, Manolo Martín Conejo estaba a punto de morir a causa de un cáncer de páncreas, solo les pidió un favor: que fuera enterrado con su boina verde y que ellos, Paco y José, fueran a su entierro uniformados vistiendo el uniforme de la Guardia Civil.
Y esto es lo que les puede costar a Paco y José, ya jubilados, pagar con el castigo de esa multa, haber ido uniformados a ese entierro.
Creo que toda España, todos los españoles -incluida la Guardia Civil- le debe mucho a personas como José Luis Serrano y Francisco Gómez. Entregar su vida al servicio de la lucha contra ETA y en un cuerpo tan peligrosos como los GAR ha cambiado por completo sus vidas y todo ha sido como consecuencia de los servicios prestados, de la gran carga física y psicológica que les ha costado desempeñar esa labor. Les ha costado incluso perder su vida familiar.
Puede que estos hombres hayan cometido una ilegalidad llevando el uniforme en el entierro de su compañero, pero es legítimo y es justo. Era además el deseo de un compañero que también había entregado su vida por protegernos a todos nosotros, poniendo sus cuerpos entre nosotros y las balas y las bombas de los asesinos. Un poco de consideración y de hacer la vista gorda con ellos no le hace daño a nadie y será aplaudido por la mayoría de nosotros.
Enlace al artículo de “El Español”