Cuando uno entra en una farmacia, lo primero que se pone ante sus ojos son expositores de cosmética capilar y productos para la higiene corporal, así mismo todo tipo de estimulantes vitamínicos y no digamos de dentífricos de todas las marcada habidas y por haber. Cualquier marca de estos tipos de mejunjes, potingues o remedios, en donde también se puede ver de cremas embellecedoras de la mayoría de las marcas y barras da labios, incluidos jabones líquidos, todas estas pócimas, en estos días más que nunca, es necesaria para una cuidada salud. La oficina de farmacia, la farmacia de ahora no es la de antes. Muchas veces carecen de medicamentos, eso sí, a las pocas horas están en la farmacia, sin embargo de estos nombrados anteriormente tienen para vender a un regimiento.
Para boticas, las de antes. Los tiempos cambian que es una barbaridad. Antes, en su mayoría estudiaban farmacia hijos de farmacéuticos, donde tenían marcado provecho para heredarla a sus padres. A un recién salido de la facultad de farmacia, un farmacéutico era muy difícil ejercer esta bonita y mejor dicho saludable profesión. Según los habitantes que tuviera el barrio se abrían farmacias. La legislación para abrir una farmacia, era muy difícil, puesto que su precio era muy elevadísimo, porque había pocas farmacias para vender, como he dicho antes pasaban de padres a hijos.
He tenido la gran suerte de ver la botica —así lo reflejaba en su dintel— mejor conservada de primeros de siglo XX y una de las más antiguas de Europa. Una botica que tenía en sus estanterías cientos de frascos (botamen) enriqueciendo unas estanterías de nogal y caoba, presumiendo los cinco farmacéuticos de seguir haciendo fórmulas magistrales. La apoteket Lejonet ( Malmoe-Suecia) donde una mesa de grandes dimensiones aún se hacen recetas de fórmulas magistrales de cara al público, en sus estanterías se pueden ver morteros, pildoreros, tubos de ensayo y numerosísimos artilugios necesarios de los años 1919. Lo digo boticas las de antes. Solamente con el olor que había en esta farmacia los enfermos no necesitaban medicinas. Estas boticas tenían las reboticas, era el salón principal de la oficina de farmacia, donde en ocasiones tenían tertulias con personas afines, como eran los médicos, practicantes y los propios farmacéuticos. No seré yo quien le ponga cortapisas, ni el cascabel al gato, faltaría más. Pero, para farmacias, las boticas de antes.
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