Llegó la hora de la verdad. La hora de recoger los frutos de toda una temporada. De una temporada gloriosa diría yo. En la que, gracias a Dios, hubo una cosecha generosa y merecida, como otros muchos años más. Uso el término cosecha como sinónimo de conquista o ganancia. Y, naturalmente, me estoy refiriendo al Real Madrid; al club que es santo y seña del deporte mundial, lo que tiene acreditado con gran señorío en sus más de ciento quince años de vida. Y que en este 2018 ha ganado, nada más y nada menos que dos copas de Europa. Una en baloncesto (la décima) y otra en fútbol (la decimotercera). Y que, tanto en baloncesto como en fútbol, está al frente de la tabla de ganadores desde que hay datos europeos sobre ambos deportes.

Además, ha conseguido ser el primer equipo de Europa que consigue los dos títulos en el mismo año, derrotando en las dos competiciones a adversarios de la máxima cualificación. ¿Y saben que es lo mejor de esta noticia? Pues que este Real Madrid, es solamente un club. Eso sí, un club con una categoría inigualable, que tiene aficionados en el mundo entero y que nunca defrauda a nadie.

Un club que presume con orgullo de ser español y prescinde de adherencias políticas, xenófobas y separatistas. Que se precia además de aportar un gran número de sus jugadores para la selección española y que -ellos- lo hacen encantados -como su club- defendiendo los colores de su patria. ¡¡Ahí es nada!!

 

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