Ha entrado a formar parte de la actualidad la imagen de la geronto-reivindicación. Ya no se trata del yayo-flauta que acude a las manifestaciones por deporte, ahora se trata de jubilados, pensionistas y gente mayor que pagaron lo suyo y ahora reclaman sus derecho ¿Quién es el guapo que les dice que esto se acaba o que necesita revisión?
Yo, como jubilado, sin compromiso con ningún colectivo político, me atrevo a comentar:
En realidad no quiero hablar de que los abuelos tengamos que tener un nivel superior al resto de la sociedad. No, hablo, del quiero y no puedo, de las vacaciones de fin de semana en la piscina o el turismo de parcela, hablo de tener que hacer malabarismos para llenar la cesta de la compra. Hablo del sombrero y las chanclas de mercadillo y de la camiseta de propaganda. Creo que el calentamiento global, ha comenzado en nuestras cabezas.
Y es que si miramos convencionalismos sociales, los abuelos no somos necesarios, para nada en la sociedad ni en la educación de los hijos; si lo somos, como aporte económico a la familia, hasta imprescindible en algunos casos.
Más allá de las buenas intenciones, que generalmente quedan sólo plasmadas en el papel pero no en los hechos cotidianos, el tema de la longevidad como eje de una transformación social, política y económica aún no está instalado como prioritario en nuestra sociedad, y sólo a partir de su consideración como tal, podremos atesorar la esperanza de un futuro mejor para nuestro país y sus habitantes. Si no se estudia en serio un crecimiento de la natalidad o se fomenta de alguna manera, esto no tiene solución.
Pero los abuelos no sabemos nada de nada, apenas nos interesa internet o el whatsapp; menudos inútiles, torpes y catetos, de zapatillas y gorra de mercadillo.
Sólo podemos enseñar urbanidad y modales, y eso ¿a quién interesa?, sólo nos interesa a los de nuestra generación, a los de jubilación o residencia. Ya no se tiene en cuenta la máxima de Aristóteles. “Todas las personas deberían esforzarse por seguir lo que es correcto, y no lo que está establecido”.
Los viejos somos parte significativa del voto. Electoralmente una baza a jugar, y por eso nadie se atreve a decir lo evidente: el sistema de pensiones actual es insostenible. El sistema de pensiones actual es una estafa piramidal, que a medida que aumenta el número de beneficiarios se aproxima más a su colapso. No voy a hacer un análisis exhaustivo aquí de estadísticas, pero baste decir que, ahora que las cosas “van bien” hay 18 millones de cotizantes por 9 millones de pensionistas. Esto nos arroja un ratio de 2 trabajadores por cada pensionista… Es decir, hoy dos currantes, soporta a un pensionista. Esta tendencia empeora progresivamente con el tiempo. ¿En qué momento colapsa? No debe faltar mucho, unos pocos años.
Si el ministro Montoro es capaz de sacarse un conejo de la chistera, ante la presión popular, en forma de algo así como una mejora fiscal para los pensionistas ¿qué es lo que le impide afrontar el asunto de cara y, en cambio, autorizar el aumento pertinente de la pensión en relación al aumento de la inflación? Si busca un poco más, seguro que encuentra el dinero que necesita.
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