“Pero ¿qué suponen 17 muertos comparado con el drama de los presos políticos o los 130 heridos con los mil del 1-O o el chalet de Alcanar con la mansión de Waterloo? Pues nada, sigamos con el ruido.”
¡Vaya por Dios! Ahora, resulta que el atrevido, espontáneo, intuitivo y felino Puigdemont —según José Antich, empleado incondicional del bingo independentista y director del digital elnacional.cat— se siente derrotado por la Moncloa. Un momento de debilidad, dice. Una gran victoria, confirman en Moncloa. Diuen, diuen, diuen, dice Jordi Jujol.
Todo es ruido, mucho ruido. Música celestial para la tribu y el chamán, que perturba a vivos y difuntos. Que oculta la corrupción, el saqueo de las arcas públicas para promover y alimentar la secesión, la traición perpetrada por la cúpula de la Generalidad con la anuencia de Forn y Trapero, y ante la pasividad del gobierno del partido popular. Que ofende a las víctimas de los atentados terroristas del 17 de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils: 16 muertos y 130 heridos.
El 17 de agosto, mientras Barcelona sufría un terrible atentado terrorista en sus populares Ramblas, Carlos Puigdemont se encontraba en Cadaqués con Pilar Rahola celebrando su tradicional paella anual. No me imagino su cara cuando le informaron del atentado. A cualquier persona normal —no es su caso— se le habría cortado la digestión. Dos meses antes (el 25 de mayo), la Agencia de Inteligencia estadounidense (CIA) había avisado a los Mossos de Escuadra (policía autonómica catalana) del riesgo de atentado en Barcelona. Incluso advirtió que las populares Ramblas podían ser un objetivo.
Horas después del atentado, El Periódico de Cataluña informaba sobre el aviso de la CIA. El presidente de la Generalidad, Carlos Puigdemont, lo negaba en La Sexta el 20 de agosto; el Consejero de Interior, Joaquín Forn, hacía lo propio por dos veces: el 22 en RAC-1 y el 26 en El Nacional.cat; el Mayor de los Mossos, José Luis Trapero, lo negó el 28 en Cataluña Radio a pregunta directa de Mónica Terribas: “¿Es mentira?”. “Sí”, respondió el jefe de la policía. Cuando el mismo periódico publicó el 31 de agosto el documento que provaba que la CIA había alertado a la policía catalana, el gobierno catalán, los medios del régimen e ilustres personajes como Xavier Sala-i-Martín, Pilar Rahola o Julián Assange lanzaron una brutal campaña —amenaza de muerte incluida— contra su director y alguno de sus periodistas. El 26 de octubre, la Policía Nacional evitaba que los Mossos destruyeran el documento original que demostraba la veracidad de la noticia.
Pero ¿qué suponen 17 muertos comparado con el drama de los “presos políticos” o los 130 heridos con los mil del 1-O o el chalet de Alcanar con la mansión de Waterloo? Pues nada, sigamos con el ruido. Al fin y al cabo, Puigdemont ya ha reconocido su derrota y Mariano Rajoy tiene muy clara la solución para Cataluña: destruir a Ciudadanos.
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