El envejecimiento demográfico afecta a España, pero también a los principales países de Europa occidental y, por extensión, al mundo entero. Sin duda, el cambio en el modo de vida y los valores ha hecho que la natalidad sea especialmente baja. En España, nacen a diario unos 1.168 niños, 396 menos que en 1980. Para asegurar el relevo generacional, se necesitarían unos 712 nacimientos más al día.
No voy a entrar en los remedios caseros que los partidos actuales proponen como medidas de urgencia a la economía resentida por el envejecimiento de la población y la baja natalidad.
Para tomar medidas a corto plazo no hay que tener en cuenta la dualidad que mantiene las clases sociales, hay que ir más allá y para prevenir sería bueno estudiar las causas que han provocado el estado en que nos encontramos proveniente, sin duda, de la perspectiva animal todavía latente, que mezclada con la racionalidad, genera este tipo de consecuencias. De la manera más primitiva de buscar la felicidad, salir del rebaño destacando, aunque ello comporte llevar la competencia con el otro al máximo extremo. Tu “fortaleza” entonces existe porque hay alguien más endeble que tú. Sin ser conscientes, ambos defienden los mismos valores, manteniéndose en un “ojo por ojo” hasta que alguno deja de alimentar esa dinámica y decide crear su propia solidez.
¿Ya somos perfectos? … No… todo tiene imprevisibles consecuencias, pero me quiero atener a la del tema en cuestión.
Ahora es urgente el problema demográfico en Occidente. El problema es que no se tienen hijos. Las corporaciones capitalistas dieron un paso al frente y decidieron traer gente de fuera ¿No habría sido más fácil fomentar políticas de natalidad, apoyo a las familias numerosas, remuneración del trabajo de las amas de casa, que ser madre fuese prácticamente un trabajo pagado por el Estado, etc.? Además no se tendrían los problemas que se tienen ahora, de grupos radicales que odian a muerte al Estado que les da de comer, que lo desangran económicamente y que han disparado la tasa de delincuencia. También se llega a creer que promover el multiculturalismo acabará con el racismo cuando la realidad lo está alimentando. ¿No se acabaría con el racismo, las discriminaciones y los distintos conflictos étnicos si cada grupo humano habitara en su propio espacio vital, sin necesidad de ideales utópicos progresistas de integración racial? El problema es que todo esto no habría multiplicado las rentas de los mercados y estos no las habrían despilfarrado hasta tal punto que la clase activa ya no puede mantener a la pasiva.
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