El independentismo catalán funciona de una forma tan extraña que para la gente normal es difícil de entender. Acosan y ellos se ven a sí mismos pacíficos. Organizan elecciones ilegales y fraudulentas y para ellos mismos son los más demócratas del mundo. Se inventan una historia propia y la pretenden exportar como verdadera, se creen sus propias mentiras. Lo mismo les pasa con las propiedades que no les pertenecen, como en el caso de las obras de Sijena, las robaron hace años y ahora, a pesar de sentencias judiciales, no las quieren devolver por pensar que son suyas.
Un mentiroso compulsivo es una persona evidentemente enferma. El mentiroso compulsivo que se cree sus propias mentiras es doblemente enfermo. Pero el mentiroso compulsivo, que se cree sus propias mentiras y que pretende que los demás se las crean ya es de psiquiátrico, eso le pasa al independentismo. Se montan sus propias películas, se las creen y pretenden que los demás se las pasen como ciertas porque de lo contrario se enfadan.
Con respecto a las obras de Sijena hay una sentencia judicial que obliga a la Generalidad a devolver esas obras. Como se han negado continuamente, el juez ha ordenado a la Guardia Civil que se ocupe de recuperarlas y devolvérselas a su legítimo propietario, el pueblo de Sijena, pues allá que ha ido el independentismo en masa a impedir que se lleven algo que no es suyo, que no les pertenece y que además hay una sentencia que lo ordena.
El asunto independentista está llegando a unos límites que resultan cansinos e indignantes para el resto de los españoles. Con sus últimas actuaciones es evidente que la solución al problema no es ni política, ni judicial. Su alienamiento requiere de otro tipo de soluciones que solo puede aportar la ciencia y la medicina psiquiátrica, de lo contrario será el cuento de nunca acabar porque ya se encuentran en un estado semi-catatónico.
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