Carmen Franco (Wikipedia)

Reproducimos por su gran interés, la carta del hijo de Carmen Franco a su madre. Esta carta escrita por Francisco Franco deja en evidencia la miseria humana de los muchos que se alegraron de la muerte de esta mujer, solo por ser hija de quien fue. Muchos que ahora predican y hablan de libertades, desde la militancia comunista o muchos de los que hablan del fascismo, sin conocer la historia y sin saber ni lo que significa el fascismo, ni sus orígenes.

Presumen de muchas cosas que no son, de antitaurinos, de feministas, pacifistas y defensores de la gente, pero se alegran de la muerte de una persona que solo fue “hija de”. Gente sin educación y sin principios, con pocas luces y con mucha maldad. Gente no, gentuza. 



“Ha sido providencial que la RAE haya incorporado, recientemente, un término tan preciso para definir lo que va a suceder con la memoria de mi madre.

Los emperadores romanos emplearon las «Damnatio memoriae» para condenar el recuerdo de un enemigo o predecesor, eliminando toda imagen o vestigio del mismo. Hoy se ha rescatado tan primitiva práctica, añadiéndole la «Posverdad», que tan eficazmente utilizó Stalin como arma de propaganda totalitaria. En el refinamiento de tal perversión, en España decidieron legislarla, a través de la ley de Memoria histórica del inefable Zapatero, una norma infame en línea con la dictadura de lo políticamente correcto, utilizada para que los cobardes se autocensuren y estigmatizar a quienes tienen un pensamiento libre e independiente.

Aún caliente el cuerpo de mi madre, en una tertulia televisiva se apresuraban a faltarle el respeto, poniéndose la «medalla» de llamarla «hija del Dictador» y anunciando ya su propia posverdad. No tuvieron la decencia de dar una tregua de cortesía, no quisieron perder un minuto para pensar en el dolor de su familia, pero prefiero quedarme con estas palabras suyas:

«Aquí estoy. Dispuesta a recibir aquello que venga. Sin lágrimas. No tengo miedo a nada. Ni tan siquiera a la muerte. La he visto de cerca muchas veces y la conozco perfectamente. No le tengo miedo. No me pillará quieta. Reivindico mi nombre porque no quiero ser juzgada por la vida de los demás. Ni la de mis padres, ni la de mi marido, ni la de mis hijos. Soy Carmen. Nada más. Carmen, una mujer que ha sido testigo de casi un siglo de historia».

Es fácil criticar a quien no se conoce, pero no deja de ser una temeridad y una práctica que descalifica a quien lo hace. Quien conoció de verdad a Carmen, dudo que pueda decir nada malo de ella.

Siempre he dicho que mi madre fue hija de su padre y mujer de su marido y que, solo tras su viudedad, fue ella misma. Fue una mujer discreta, y prudente, aprendió a pasar de puntillas y evitar situaciones tensas. Sobreprotegida durante más de la mitad de su vida, aprendió a sobrevivir en un mundo hostil. Y lo hizo con una enorme dignidad, sin un solo lamento. Era increíblemente comprensiva con las debilidades humanas y no conocía el odio ni el rencor. Su máxima fue siempre la de no molestar, aún en los umbrales de su muerte.

Me tocó, como hijo y médico, comunicarle hace casi dos meses la inmediatez de su fin, sin cura ni remedio y fue ella la que quiso consolarme a mí. Me dijo que estaba preparada, que ya lo intuía y lo recibiría con fe y serenidad.

Generosa hasta el extremo, nunca dejó de sorprenderme su capacidad de adaptación y mente abierta ante los múltiples problemas y disgustos que la vida le deparó, especialmente a través de nosotros, sus hijos. Jamás le oí un lamento ni un reproche, todo lo aceptaba con naturalidad. Le costaba emitir opiniones, acaso para evitar molestar a nadie, había que sacárselas a la fuerza y cuando las decía, siempre eran ponderadas, reflexivas, llenas de sentido común, siendo un fuerte pilar y apoyo para todos los que la rodeábamos y queríamos.

No conseguí que escribiese sus memorias, pues desde su gran humildad, consideraba que no tenían interés, siendo su mayor orgullo haber presidido la Asociación contra el cáncer y su colaboración con Nuevo Futuro hasta el final.

Admiro especialmente su inmensa capacidad de renuncia, una virtud heredada de su padre, que, junto con la humildad y la bondad fue su seña de identidad.

Descansa en paz, madre y gracias por tu impagable amor y tu ejemplo. Defenderemos tu memoria contra la epidemia de la posverdad”.

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3 Comentarios

  1. Yo tambien me siento avergonzada que en mi pais haya esta clase de bestias rojas a las que tenian que exterminar, lo siento no puedo con su maldad, la gente de bien sabemos quien fue usted Senora, y la respetamos lo mismo que a su senor padre, el mejor dirigente que ha tenido este pais, D.E. P. Senora que es lo que usted fue una Senora
    Creo que hay que limpiar este pais de tanta gentuza porque no se puede tolerar todo el mal que hacen, los insultos, asesinatos, y yo tambien pido castigo para estos perros.

  2. Descance en Paz Gran Sña y.los buitres ala hoguera que es lo.que se merecen vagos comer sin trabajar solo mintiendo que sabrán lo que es trabajar y lo.que izo este padre !!!! AAA!!/aquien quería trabajar a los vagos ni agua

  3. Mi más sentido pésame por la muerte de Carmen Franco, fue su hija y nadie puede evitar ser hijos de sus padres para bien o para mal. Descanse paz señora

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