La soledad nunca está sola. Llega con el tiempo maldito, un tiempo cargado de incertidumbres y contrastes con el ser humano. Estamos llegando a extremos insospechados, donde los protocolos hospitalarios dejan mucho que desear, con la indolencia y la aporofobia mezcladas y con la falta de atención y el desinterés humano ha sellado previsiblemente la muerte de una anciana tras doce horas en la sala de espera del Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda (Jaén).
La falta de valores, la apatía con que cogemos nuestros trabajos del día a día y la desgana por el ser humano, las hace a los enfermos estar metidos en una rifa, si por casualidad les toca como le ha pasado a esta anciana, tenía todos los números para que le tocara: la insensatez y la indolencia que aderezada con una aporafobia, supuestamente, ha pasado lo que nunca debiera haber pasado lo que hemos visto hace unos días en un hospital de la Monumental ciudad de Úbeda. La fallecida llegaba de una residencia de ancianos, cosa que conozco sobradamente por mi vivencia durante muchos años en estos centros de ancianos. No me cabe duda yo lo he presenciado que siempre que una persona de un centro de mayores tiene que ir de urgencia a un hospital, le lleva una auxiliar o en su defecto una enfermera como así mismo por un familiar, que es el caso que yo apunto anteriormente por mi experiencia.
Lo indigno de todo esto son las doce horas que estuvo sin atender esta anciana. Lo que es vergonzoso y escalofriante que haya hospitales donde, al parecer, los formulismos, los protocolos sean los mismos para todas las dolencias. No creo que sea igual, un enfermo con alzhéimer muy avanzado y varias dolencias, entre ellas, con oxigenación y otras enfermedades que, una posible factura de muñeca o una borrachera, por decir algo. Las carencias del personal no debieran ser justificadas por nada, absolutamente no deben ser rifadas, como al parecer hay sindicatos que critican la falta de personal, pero doce horas ha sido suficiente, no digo 10 horas, ni cinco, ni una hora. Una enferma de una residencia de ancianos es de una categoría que cualquier persona sanitaria que se precie de ello, debiera saberlo, es diferente: son de otros signos, de otras condiciones para este tipo de enfermos.
No sabemos la hora del óbito de esta señora. Por lo visto ha muerto en su soledad más absoluta. Nadie, absolutamente nadie ha visto llegar la muerte. La muerte no distingue de palabras nuevas e incongruentes y de nuevo cuño. Un hospital es una cosa muy sería, debe ser más humano su carácter de entrega que, además de su condición de curar debe ser de una firme condición hacía el ser humano en ayudarle. Y, cuando un médico de un centro, de una residencia de ancianos envía un enfermo a un hospital, lleva mucha razón, que como he dicho antes, son de otras categorías de enfermos.
Otro artículo del autor: