El Congreso de los Diputados ha aprobado este martes que los animales y mascotas sean considerados seres vivos y no cosas, jurídicamente hablando. Gran noticia esa para todo el mundo, sobre todo para los que tenemos mascotas en nuestras casas y las consideramos como una parte más de nuestras familias. Hace años ya que se decidió, también en el congreso, proteger a los fetos de determinados mamíferos, además de los de algunos cefalópodos e invertebrados.


Y ante esta buena noticia yo me pregunto: ¿por qué no hacer lo mismo con los fetos de los seres humanos y con los seres humanos en general? ¿Por qué en el ser humano se considera el aborto como un “derecho” y no como un asesinato? No entiendo los motivos por los cuales es tan fácil y genera menos dudas reconocer que un animal es un ser vivo y no un ser humano. Y no ya solo como una posición ética y moral, también como una solución práctica a un grave problema que padece España, que no es otro que el envejecimiento de la población.
Ayer mismo se publicaba una noticia preocupante, en España el año pasado hubo 32.000 muertes más que nacimientos. Olvidándome ahora de mi posicionamiento claro sobre el aborto, en lo que a mi posicionamiento moral se refiere, vayamos al práctico. Si el aborto no solo no se evita, sino que se fomenta, ¿dónde vamos a acabar? ¿Cómo vamos a acabar? ¿Quién va a pagar nuestras pensiones? Porque a esos que plantean como solución a ese problema a la inmigración les pregunto: ¿Cómo nos va a pagar algo aquel al que hemos acostumbrado a recibir subvenciones por el mero hecho de vivir en nuestro país, y sin trabajar, como se ha hecho en la Comunidad Valenciana? Si es que por el mero hecho de venir a España ya les damos dinero sin trabajar.
Mientras tanto en este país, cada vez más ridículo, absurdo y con menos gente con principios, resulta mucho más fácil considerar a un animal como ser vivo, que a una persona. Ante todos estos planteamientos, tan básicos y lógicos bajo mi punto de vista, se nos presenta un futuro complicado. Siendo yo el primero en considerar a mi gato como un ser vivo y queriéndolo con locura, no soy imbécil. Mi gato nunca aportará un duro a la Seguridad Social para pagar mi pensión.
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