He decidido calificar al gobierno municipal de Córdoba, en relación con el alumbrado de Navidad. Y no, precisamente, para darle la mejor nota. Ya sé que me dirán -unos y otros- que mi calificación les traerá sin cuidado a quienes toman las decisiones de todo orden en nuestra ciudad, pero yo -al menos- me quedo con la satisfacción de hacer una crítica que creo justa y respetuosa.
El alumbrado especial de Navidad lo encuentro como el más endeble que he visto en los cuarenta y siete años que llevo viviendo en esta bendita capital. Creo que, el ya muy anciano 2017 hubiera merecido más en su despedida. A mi juicio, tiene una mala distribución, escaso significado, baja intensidad y diseño inadecuado. La distribución me ha parecido demasiado inconexa porque da la sensación de que la ciudad no sea la misma, según donde te encuentres.
Ya sé que no hay presupuesto para todo, pero hay lugares en nuestra preciosa Córdoba en los que la ausencia de unos puntos de luz la hace menos grandiosa. Solo hay que ver algunas callejas y plazas recoletas, o lugares como la Torre de la Malmuerta para comprobar su pobreza lumínica. Echo de menos, también, que el centro esté tan escasamente iluminado, en comparación con lo que es habitual en todas otras grandes poblaciones.
Recuerdo el diseño y la intensidad en las arterias principales de hace treinta o cuarenta años y no tiene comparación con la ramplonería de éste. Y del significado, no hablemos siquiera, porque este alumbrado puede valer lo mismo para la Navidad que para cualquier carnaval. ¿Tan difícil es hacerlo mejor?
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