El que haya leído el título de este escrito, supongo que, antes de continuar con la lectura, lo primero que hará es comprobar quien es el extraño firmante, para continuar leyendo o no. Supongo que los que no me conozcan, le darán de lado y los que me han leído alguna vez, continuarán hasta donde puedan aguantar. Les puedo afirmar, a unos y otros, que no he perdido el juicio, ni mucho menos.

El título, incoherente a primera vista, sin embargo, encierra una filosofía de carácter estructural, quizá nunca acometida por nadie, mediante la cual la transmisión de pensamientos al papel, a través de las teclas del ordenador, debe producir unas reacciones de tipo solidario que enriquecen de la misma manera al escritor que al lector, hasta límites hasta ahora insospechados.

Lo bueno de esta filosofía es que esa transmisión se produce sin que, ninguno de los dos, se tengan que relacionar en cercanía. Bastará solamente una predisposición sideral de profundidad infinita que va más allá de los estudios recientes llevados a cabo por la NASA con vistas a un futuro -a años luz de nuestra era- pero que, por suerte, conocemos en España, gracias a un eminente andaluz que acaba de sacar billete para la eternidad.

Este es -con perdón- mi modesto, pero sincero, homenaje al gran Chiquito de la Calzada, al que debemos muchos momentos divertidos y al que deseo que descanse en paz.