Acostumbrados a actuar con absoluta impunidad, cortesía de los diferentes gobiernos de España, el golpe recibido por parte de la justicia debe haber sido descomunal. Claro, que huir como conejos a Bruselas pretendiendo autoproclamarse gobierno en el exilio y dejando tirados a los compañeros encarcelados por el golpe de estado no ofrece la imagen digna de rememorar aquellos valientes y aguerridos antepasados. No, Puigdemont no es un Ramón Cabrera; todo lo contrario. Y los alcaldes que ayer le acompañaron en Bruselas con los bastones facturados en el aeropuerto y gastos y cuentas absolutamente opacas a los medios que han intentado averiguar quién ha pagado la factura del viaje, tampoco ofrecen esa imagen de respetabilidad; por aquello de las cuentas claras y el chocolate espeso.
Mientras la estancia en Bruselas resulta algo que el resto de los mortales podríamos difícilmente costear aparece la noticia de que Lluís Salvadó, el detenido de ERC, guardaba 30.000 millones en el extranjero para pagar la independencia. No he averiguado si todavía los guarda, o Montoro se ha hecho cargo de ellos, de los millones me refiero. Esperemos que el punto sea para Montoro esta vez
Entre tanto despropósito, uno se pregunta si a la intachable juez Carmen Lamela, tan digna de admirar y en quien hemos depositado nuestra esperanza los que tenemos hambre y sed de justicia no le pasará lo mismo que a otra juez que también admiramos con todo nuestro corazón los ciudadanos de bien. A esa juez, cuyo titánico trabajo encendió un rayo de luz y esperanza en la justicia la quitaron de en medio cuando contra viento y marea investigaba como una jabata los ERE de Andalucía. Para mí, dichas gestas no caen en el olvido y me refiero, por supuesto, a Mercedes Alaya.