Las Fuerzas de Seguridad vaticinan una escalada de movilizaciones de los sectores más violentos del independentismo para imponer por la fuerza la ruptura con el resto de España

La crisis de Cataluña entra hoy en una nueva fase. En una aún más cercana al abismo. Las Fuerzas de Seguridad del Estado están preparadas para tomar definitivamente el control de los Mossos d’Esquadra y hacer frente a las movilizaciones callejeras de los sectores más radicales del secesionismo, el escenario que se abrirá este lunes si Carles Puigdemont comunica al Gobierno que mantiene activada la declaración unilateral de independencia (DUI) u opta de nuevo por una respuesta intencionadamente confusa, la vía que ha cobrado más fuerza en las últimas horas.

El plazo para que se pronuncie concluye a las 10:00 de este lunes. En ese mismo momento también comenzarán a desfilar por la Audiencia Nacional el ‘major’ de los Mossos, Josep Lluís Trapero, la intendente del cuerpo Teresa Laplana y los presidentes de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, respectivamente. Los cuatro están acusados de sedición por los disturbios del 20 y 21 de septiembre y por su colaboración con el referéndum ilegal del 1 de octubre. Será la segunda vez que declaren. Tras la primera, el 6 de octubre, quedaron en libertad sin medidas cautelares. Pero ahora se enfrentan a nuevos informes policiales que les implican de lleno en la estrategia de la Generalitat para doblegar al Estado de derecho. Fuente: el Confidencial

Con la aplicación del 155, el choque institucional se convertirá definitivamente en una batalla por el control del territorio. Los servicios de información e inteligencia de Policía Nacional y Guardia Civil han redoblado en los últimos días su actividad para tratar de predecir la reacción del independentismo a la suspensión de las competencias autonómicas y al posible ingreso en prisión provisional de tres de sus principales líderes. Aun en el caso de que no se accionara el mecanismo del 155 o el Gobierno se decantara por una vía blanda, es difícil atisbar un horizonte en el que los sectores más extremos del secesionismo no intenten salir a la calle para imponer sus aspiraciones maximalistas.