Circula un vídeo por redes sociales en el que el presentador de televisión, Risto Mejide, tiene problemas con el servicio que le está dando un taxista. Al parecer el presentador tiene problemas para que el taxista le de el libro de reclamaciones y, al parecer, el motivo de la reclamación no es otro más que el taxista se niega a apagar la radio. Es cierto que todos queremos que cualquier servicio que se nos de sea educado, correcto y adecuado a lo que estamos contratando, pero no es menos cierto que existen muchas vías legales para reclamar cuando el servicio que se da no es el adecuado.
Pero una cosa es quejarse por un mal servicio, sea cual sea ese mal servicio, y otra cosa muy diferente es someter a la persona que te ofrece el servicio, en este caso un taxista, al escarnio público de sacar su cara sin su permiso, dar los datos de la matrícula y licencia de su taxi y posteriormente humillarle, tal y como ha hecho Mejide, diciéndole al taxista: “salude, salude”.
Desconozco como acabaría la cosa, pero lo que queda claro en el vídeo es el grave error cometido por Mejide quien queda como un prepotente endiosado en su propio vídeo. Estoy seguro que la intención de Mejide publicando ese vídeo era otra, pero, visto lo visto, le ha salido el tiro por la culata. Quien mejor queda en el vídeo es el taxista al que pretendía humillar. Parece mentira la chulería y prepotencia que se gasta esta gente que se creen dioses por salir por televisión.
Risto prepotente. Yo le echaba inmediatamente del vehículo
muy valiente con un señor mayor; a ver si sale el defensor de abuelitas a defenderlo también!