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Gabriel Muñoz Cascos.- Desgraciadamente, lo que está ocurriendo en Cataluña (cuyos únicos culpables -vaya esto por delante- son los terroristas políticos que gobiernan aquella autonomía) no se ha solucionado ya, porque existe un diálogo de sordos. Quizás alguien interprete que me estoy refiriendo al posible diálogo entre el gobierno de España y el de la Generalidad. Nada más lejos de la realidad. Ese diálogo es inviable desde hace décadas por la indecencia de los que han mandado en cada momento en la región catalana. Porque las “conversaciones” -que no diálogo- de todos los gobiernos de España han terminado siempre con la cesión deshonrosa por parte de los teóricamente, más fuertes.

El diálogo de sordos, al que me refiero, se produce, para desgracia de todos los españoles, entre los representantes de los tres partidos que se confiesan constitucionalistas. La explicación es muy sencilla. 

Primero: Rajoy es el hombre a eliminar por Sánchez y Rivera. Ignoro cuál de los dos le odia más, pero ninguno de estos dos demócratas de boquilla, le perdona que les superase -una vez más- en las urnas; que, además, haya logrado que no nos tuvieran que rescatar; que seamos la economía que más crece en Europa y que estemos a la cabeza en la creación de empleo. 
Segundo: Como Rivera y Sánchez -a su vez- se repelen como el agua y el aceite, nunca están de acuerdo. Si Rivera opta por aplicar en Cataluña el artículo 155 de la Constitución, Sánchez quiere que Rajoy se siente con Puigdemont a dialogar, sabiendo, lo mismo que yo, que este delincuente debería estar ya en la cárcel por un montón de delitos. En esta tesitura ¿puede haber una solución sin unanimidad de los tres? Una vez más recurro a un refrán para terminar: “No hay peor sordo que el que no quiere oír”