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Fue en julio de 2011 cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aprobó una resolución histórica, invitando a los países miembros a medir la felicidad de su población, con el objetivo de utilizar estos datos para ayudar a guiar las políticas públicas. Desde la publicación del primer informe sobre la felicidad mundial en 2012, se ha recorrido un largo camino en este tema, consiguiendo que cada vez más, se considere la felicidad como una medida adecuada del progreso social y el objetivo de muchas políticas estatales.

Recientemente se ha publicado el quinto de estos informes, en el que se clasifican 155 países por su nivel de felicidad, que ha sido estimado teniendo en cuenta aspectos como el PIB per cápita, el apoyo social, la esperanza de vida saludable, la libertad para tomar decisiones, la generosidad y la percepción del nivel de corrupción entre otros.

Encabezando la lista del Informe Mundial de Felicidad 2017 (World Happiness Report 2017), encontramos países como Noruega, Dinamarca e Islandia, habiendo ascendido Noruega a la primera posición desde la cuarta en la que aparecía en 2016. Aunque España ha escalado posiciones con respecto al último informe, ha pasado del puesto 37 al 34, todavía se encuentra en niveles de felicidad por debajo de países como Panamá, Guatemala, Méjico, República Checa o Israel. En los últimos puestos se encuentran República Centroafricana, Burundi, Tanzania, Siria o Ruanda.

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Según la comparación de las medidas de 2005-2007 con las de este informe (2014-2016), los países que más han aumentado su felicidad en los últimos años son: Nicaragua, Letonia, Sierra Leona y Ecuador; y los que han descendido más en el ranking son Venezuela, República Centroafricana, Grecia o Botsuana. España se encuentra también entre los países en los que los niveles de felicidad han disminuido en estos años. Si se hace un análisis general, los que más ganan en felicidad son países de América Latina, la Comunidad de Estados Independientes, así como Europa Central y Oriental; y los que más puestos pierden en el ranking son países de Europa Occidental.

Estos son sólo algunos de los datos que aporta este extenso y minucioso informe, que, además, incluye algunas novedades con respecto a los anteriores. Consta de 7 capítulos con los siguientes contenidos:

Este año 2017 se presta especial atención a los factores sociales de la felicidad, aportando evidencias de que las crisis económicas tienen el potencial de alterar las evaluaciones de la calidad de vida de maneras muy diferentes según la calidad de la infraestructura social e institucional.

Según los resultados, parece necesario tener algo de dinero para ser feliz, ya que la mayoría de los países de las últimas posiciones viven una situación de pobreza extrema. Sin embargo, con un nivel económico suficiente para vivir, el dinero de más no sirve para comprar un extra de felicidad.

Los factores clave para determinar la felicidad, son: las variables económicas (ingresos y empleo), factores sociales (educación o la vida familiar) y la salud (mental y física).

Contrariamente a lo que pueda parecer, tanto en los países más ricos, como en los más pobres, las diferencias de felicidad dentro del país no se explican principalmente por la desigualdad de ingresos. Según los resultados, en las tres sociedades occidentales evaluadas, la enfermedad mental es un factor mucho más importante para determinar el nivel de felicidad que el nivel de ingresos, el empleo o la enfermedad física. En todos los países las enfermedad física también es importante, pero en ningún caso más que la mental.

En todas las regiones del mundo es consistente el resultado de la gran importancia de tener trabajo para ser feliz, principalmente debido a los daños causados por el desempleo. Además se ha visto que el trabajo “manual” esta sistemáticamente correlacionado con niveles inferiores de felicidad. En cuanto a las características específicas del lugar de trabajo, además de la remuneración, influyen otras variables en el nivel de felicidad y de satisfacción con el trabajo: la conciliación laboral con la familia, la autonomía, la seguridad o los riesgos para la salud.

En resumen, ha quedado demostrado que factores como el apoyo social, la salud mental o el hecho de tener trabajo, son las variables que más influyen en la felicidad, siempre y cuando se tengan unos ingresos suficientes para vivir, y la vida no esté en continuo peligro por una situación de guerra o violencia extrema.

Se puede consultar el informe completo en el siguiente enlace:

World Happiness Report 2017

http://www.infocop.es