Pues sí. Han pasado muchos años y al fin Felipe González Márquez se ha animado a aclarar definitivamente, y a su estilo, cobarde, que él era el señor X del famoso organigrama de los GAL que en su día elaboró e incorporó al sumario 1/88 del Juzgado Central 5 de la Audiencia Nacional el magistrado juez Baltasar Garzón Real. Lo ha hecho en unas declaraciones pavorosas a Juan José Millásen el diario El País que han sido ampliamente comentadas, pero que no puedo dejar de analizar.

Sus declaraciones a Millás en El País acreditan la catadura, la condición moral del ex Pte. del Gobierno. Como hemos mantenido desde el primer día quienes, pese a las presiones, amenazas, espionajes ilegales y demás prácticas obstruccionistas de su Gobierno, dijimos que era imposible que unas decisiones del calibre de secuestrar a un anciano viajante de comercio, asesinar a treinta personas o saquear el dinero público destinado a la lucha antiterrorista se adoptaran sin su conocimiento y autorización.

Por vez primera Felipe González reconoce que, como las actuaciones de los GAL tenían una enorme repercusión en las relaciones con el Gobierno francés, “la información tenía que llegar hasta mí por las implicaciones que tenía”. Es evidente que no podía ser de otra forma. Él se refiere en su conversación con Millás a la propuesta de asesinar, volándola por los aires, a la cúpula etarra. Pero parece sensato deducir que lo mismo sucedería con la decisión de secuestrar a un anciano, de ametrallar bares a quemarropa indiscriminadamente, de colocar bombas bajo los coches de los terroristas en plena calle o disparar a la cabeza a los etarras, todo ello en territorio francés.

Un tono más propio del presidente de una república bananaera

Cobra ahora mayor relevancia la famosa anotación del ex general Emilio Alonso Manglano, entonces máximo responsable del CESID, condenado por organizar una trama ilegal de escuchas y espionaje, que de su puño y letra escribió literalmente en una nota de despacho de 1983, en la que su jefe operativo Juan Alberto Perote, avisaba del inminente inicio de acciones violentas contra ETA en el sur de Francia: “Me lo quedo Pte. para el viernes”. Según Perote, “Pte.” quería decir “Presidente”; según Manglano, “pendiente”. Según la lógica de los acontecimientos y a partir de las declaraciones del ex Pte., parece sensato pensar que a González también tenía que llegarle esa información, “por las implicaciones que tenía”, por emplear sus propias palabras.

Nos cuenta ahora, en un tono que imagino más propio del presidente de una república bananera que del presidente de un país democrático desarrollado, que en 1990 tuvo que decidir si se volaba por los aires a la dirección de ETA en una reunión de su comité ejecutivo. Y expresa sus dudas de entonces, y añade que dijo no, “y todavía hoy no sé si hice lo correcto. No te estoy planteando el problema de que yo nunca lo haría por razones morales. No, no es verdad. Una de las cosas que me torturó durante las 24 horas siguientes fue cuántos asesinatos de personas inocentes podría haber ahorrado en los próximos cuatro o cinco años”. Es decir, que González tenía, y tiene aún, dudas respecto a si un Gobierno de un estado de Derecho debe asesinar ciudadanos. Esta es su moral. Este es el hombre que presidió España durante más de una década. Lo dice claro, clarísimo: “No te estoy planteando el problema de que yo no lo haría por problemas morales. No, no es verdad”. O sea, que dijo que no, como podía haber dicho que sí. Y esta afirmación tan inaceptable, tan repulsiva moral y políticamente, se entiende mucho mejor un poco más adelante.

Es decir, que González tenía, y tiene aún, dudas respecto a si un Gobierno de un estado de Derecho debe asesinar ciudadanos. Esta es su moral

Sí. Cuando habla de la “detención” de Segundo Marey Samper. Este anciano viajante de comercio jamás fue detenido. Fue secuestrado por orden de su Gobierno. Solo los dictadores de la peor ralea califican de “detención” un secuestro en toda regla. Y González lo hace por dos veces en la misma entrevista. No le traicionó el subconsciente ni el lenguaje. El está convencido de ello. Estos tipos son así, puta, como gusta de decir ahora el ex Pte. El señor X reconoce algo que ya sabíamos, pero que en su boca es novedad: que el entonces ministro del Interior de su Gobierno, José Barrionuevo Peña, estaba al tanto del secuestro hasta el punto de que tenía la capacidad de decidir si se seguía o no adelante con él. La vida del secuestrado estaba en sus manos. Y ello, es evidente, hace de todo punto imposible que no lo estuviera González también. Y añade el ex Pte. que a Marey le salvó la vida Barrionuevo, que es “quien da la orden para que lo suelten”. No recuerda, como figura en la sentencia del Supremo, que en el despacho de su ministro de Interior se debatió una propuesta de un alto mando de su Ministerio, Julián Sancristóbal, del máximo dirigente de su partido, el PSOE, en Vizcaya, Ricardo García Damborenea, y de un comisario,Francisco Álvarez, que pretendían asesinar a Marey y después enterrarle en cal viva. Esos eran los debates que en esas fechas se mantenían en el Ministerio del Interior del Gobierno presidido por González. Y es verdad que, tras negarseJosé Amedo a asesinar a Marey y enterrarle en cal viva, Barrionuevo ordena que no lo hagan. Pero no cuenta González, como consta en el sumario instruido por el Supremo, que la orden de su ministro, de Barrionuevo, fue que mantuvieran secuestrado una semana a Marey. Y así se hizo. Y por ello fue condenada a prisión la cúpula del ministerio de Interior de su Gobierno.

No puede dudar ni una décima de segundo

¿Qué especie de gobernante es aquel en cuyo Ejecutivo hay un ministerio en el que se decide secuestrar a un anciano, en el que se debate si asesinarle y enterrarle en cal viva, en el que el ministro del Interior toma decisiones sobre un secuestro, en el que el Pte. califica como “detención” un secuestro? Un presidente del Gobierno de un país democrático, de un Estado de Derecho, no puede dudar una décima de segundo en rechazar una ejecución extrajudicial, un asesinato en masa, aunque sea de terroristas. Y lo terrible es que la inmoralidad es tal que aún hoy expresa sus dudas acerca de si actuó o no correctamente. Es pavoroso certificar la carencia de los más elementales principios éticos en quien durante tantos años ha presidido el Gobierno de España.

Más adelante, la guinda la pone González al difamar con crueldad insoportable al pobre Segundo Marey, de quien dice que “nadie ha estudiado ni va a estudiar por el momento, ni yo lo pido, qué era o qué significaba Marey en la cooperativa de Bidart”. Cobarde de nuevo, González trata de ensuciar la memoria de este anciano a quien su ministro ordenó secuestrar pretendiendo relacionarle con la cooperativa donde más tarde se detuvo a la cúpula de ETA, algo que ya trató de hacer sin éxito su Ejecutivo con Corcuera de ministro de Interior y Alfredo Pérez Rubalcaba de portavoz. Y, para más inri, González confunde Bidart con Sokoa, que esa era la cooperativa etarra de marras.

Pero no acaban ahí las escandalosas declaraciones del ex Pte. a El País. Respecto al guardia civil Enrique Rodríguez Galindo, a quien él ascendió a general siendo ministro el inefable Juan Alberto Belloch, dice el señor X que “era un gran tipo” y añade que “estoy seguro de que era inocente de la mayor parte de lo que le acusaron”. ¡Qué poca vergüenza! Pero no extraña en él. Solo que conviene recordar que el general Rodríguez Galindo, ese gran tipo, fue condenado a 71 años de prisión en el juicio por secuestrar, torturar hasta arrancarles las uñas, asesinar y enterrar después en cal viva, estos sí, a los etarras Lasa y Zabala. Sentencia del Tribunal Supremo de España ratificada por el Tribunal Constitucional del Estado español y por el Tribunal de Estrasburgo.

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