Diego Jesús Martínez.- Con la sublevación del Ejército de Marruecos entre el 17 y 18 de julio de 1936 comenzó una contienda anticipada desde hace tiempo. La situación española en los meses previos se caracterizó por el caos, con abusos de poder y grandes disturbios, al borde de una revolución que podía estallar en cualquier momento.
Los sectores conservadores habían demostrado ser considerablemente tolerantes. Los abusos sufridos por la derecha en la primavera e inicio del verano de 1936 no tenían antecedentes en ningún país de Europa en un periodo de paz. Así pues, podemos destacar los arrestos arbitrarios, la incautación de templos y propiedades de la Iglesia Católica, manipulación y politización de la Justicia, huelgas violentas…
Pero el acontecimiento que precipitó el alzamiento militar fue el asesinato del líder monárquico José Calvo Sotelo a manos de activistas revolucionarios que actuaron junto con la policía a primera hora del 13 de julio.Para colmo, el Gobierno concedió ascensos a los asesinos y aplicó la censura con la intención de ocultar los hechos. Creo que es evidente que lo que quedaba de una República en desmoronamiento, con una violación sistemática de la legalidad vigente y de los procesos electorales, no podía considerarse ya un sistema democrático y constitucional.
En el Ejército el crimen cosechó más apoyo a favor de la revuelta. Como ejemplo de ello encontramos a Franco, que inicialmente permaneció leal a la República y precisamente el día 12 de julio contactó con Mola diciéndole que la situación aún podía reconducirse y rehusó unirse al golpe, pero al conocer la noticia del asesinato le envió un nuevo mensaje para confirmarle que se sumaba a la insurrección militar.
Mola trazó un plan que contemplaba un golpe relámpago a fin de imponer un directorio militar provisional, por consiguiente la rebelión se desarrollaría de forma escalonada los días 18 y 19 de julio en Marruecos y la península. No obstante la revuelta se produjo precipitadamente en Melilla en torno a las cinco de la tarde del día 17 de julio y al día siguiente adoptó gran entidad con la unión a la causa de todo el Protectorado, Canarias, Sevilla y otras regiones.
Pese a todo, el día 21 el plan había sido un fracaso rotundo, tanto es así que la República conservaba el 60 por ciento del territorio y los principales centros industriales. Las cosas no salieron como el general había planeado y lo que iba a ser una victoria rápida tornó en una larga y cruenta contienda. Y es que, como afirmó Gil Robles, la media España conservadora no se resignó a morir. style=”display: block;” data-ad-format=”auto” data-ad-slot=”7261816399″>