El Exterminador de Tontos.- Me presento: soy El Exterminador de tontos. A diferencia de los humanos con cociente intelectual limitado y ética de chicle, me muevo por la existencia con una misión: limpiar. Arrimarme a cada tonto que me cruzo y eliminarlo.

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Tonto es todo aquel cuya vida transcurre carente de poesía. El que aliena la ética y solamente se enoja con la corrupción de los partidos rivales. El que no tiene principios o, si los tiene, se los aplica solo a los demás. El que habla siempre de derechos laborales, pero jamás de deberes. El que transita por su propia biografía sin esfuerzo, esperando siempre en el trabajo que lleguen la hora de salida o el sagrado viernes. El que abjura de la palabra sagrada: esfuerzo. El que dice que se dedica a la política para servir al país, pero busca en ella su propia vía de medro personal. El que no entiende lo que dijo el gran George Carlin: “Si votas, luego no te quejes”. Y no al revés. El que ignora que nuestras opciones para votar son un partido conservador corrupto, un partido socialista que implantó el feminismo nazi porque le reportaba votos, un partido de nuevos arribistas con un líder de aterradora ambición y… un partido que pretende arreglar lo anterior instaurando un régimen comunista. Es tonto cobarde el que considera justo atacar al cristiano, pero no se atreve con el musulmán, especialmente si no sabe de qué habla porque no ha leído ni la Biblia ni el Corán. El ignorante que finge no serlo. El que contesta en las encuestas que ve documentales de castores en La 2 cuando deglute programas de cotilleos en Telecinco. También el que se queja de esa telebasura pero no quita Telecinco de las memorias del televisor. El que continúa con la cantinela de que “la tele enseña muchas cosas buenas” pero obvia que lo importante son los porcentajes: que, para aprender con la televisión durante un minuto, antes hay que tragarse noventa y nueve de basura. Y así, un día detrás de otro, mirando la pequeña pantalla y comprando solamente los libros que firman los imbéciles que salen en ella.

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Es candidato a ser exterminado el adulador. El contertulio de espinazo flexible que le dispensa al diputado reverencias y sonrisas. El plumilla que forma parte del sistema político, que ha olvidado que estudió Periodismo precisamente para vigilar a los partidos. Que milita extraoficialmente en uno u otro hasta el repugnante extremo de que sus palabras en las tertulias de cortesanos resultan previsibles. El jurista que dobla la cerviz ante el primer poder hasta conseguir formar parte de un tribunal señalado por un dedo político. El imbécil que cree que todavía existe Justicia en España, olvidando que aquí lo importante no es cuáles hayan sido tus actos, sino qué juez prevaricador que te toque. Que la Justicia es lenta con intención, porque de ella viven muchos.

Tonto es el que no entiende el fútbol como un juego, sino como un motivo de vida que lo libera de la penosa obligación de leer. El necio que le aplica el adjetivo ‘histórico’ a un gol y olvida que lo histórico fue descubrir América o defender Filipinas, no marcar en el juego de pelota. El que cree que lo que nos diferencia es ser del Betis o el Sevilla, no ser buenos o malos, éticos o indignos. El que sostiene que seguimos siendo responsables de lo que ocurre en Hispanoamérica, cuando sus habitantes llevan cinco siglos dedicados con fruición a hundir sus respectivos países.

El que no entiende que la frase “son los políticos” es la más dañina de las posibles, porque nos exonera de culpa y nos permite seguir corrompiéndonos: enchufando gente, evadiendo impuestos o compensando nuestra falta de eficacia con adulación. Llegados a este estado de corrupción generalizada del que los ciudadanos de a pie también somos cómplices, o actuamos de prisa o los tontos hunden el barco. El buque que no se llama “este país”. Se llama España.

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