Antonio Rodríguez Burgos.- Cuando historiadores de la profesionalidad de un Luis Suárez justifica que Franco ejerció un gobierno autoritario y no dictatorial, se pone de manifiesto el mimetismo de tanto periodista que no quieren desentonar del ambiente cultural izquierdista y lo califican una y otra vez de dictador y su gobierno de dictadura; y esto incluso por parte de periódicos que se han pasado toda la vida alabándolo. Celebramos el 40 aniversario de las primeras elecciones en las que cada partido político nos ofrecía, y nos ofrece, una lista de personas, que según el número de votos conseguidos, será mayor o menor el número de esos políticos que ocuparán un escaño en el Congreso: factor clave para que ellos propongan a su jefe de fila como presidente del gobierno.
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Celebramos, pues, el 40 aniversario de la Partitocracia que nos dimos los españoles. Nos dimos o nos la dieron, porque ello fue precedido por el chorro de marcos que el socialista alemán Willy Brand mandaba a España para organizar huelgas estudiantiles en la Universidad y en el mundo obrero; y, por supuesto, muy de la mano de la CIA y de las altas instancias internacionales. De modo que nuestra evolución política estuvo marcada por las fuerzas exteriores, y no por nuestra decisión. Y decía Partitocracia porque la Constitución se redactó para que quienes nos gobernaran no fueran los elegidos por los votantes, sino los elegidos previamente por los mandamases de cada partido. A los siervos de la gleba, que ellos con cínico eufemismo nos llaman ciudadanos, solo se nos permite votar a una lista impuesta por cada partido. Así pues, no votamos al político, con nombre y apellidos que deseamos que nos represente, y al que podríamos pedirle cuentas si no cumple con su compromiso.
Por si esto fuera poco, resulta que no tenemos división entre el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial, pero seguimos hablando de “nuestra madura democracia” y otras sandeces. Entre otras, que hubo un gran consenso y una reconciliación.
Consenso si, para diseñar el Régimen Partitocrático que tenemos, pero no hubo reconciliación porque los vencedores, Franco, ya decretó el perdón (el perdón jurídico) para todos los crímenes cometidos por los vencidos durante la Guerra civil; pero estos no pidieron perdón (el perdón moral) por sus crímenes. La consecuencia de esta postura ha sido la ruptura con el Régimen que los perdonó y les abrió los brazos para participar en la vida política del país “como si nada hubiera pasado” e incluso el odio y ninguneo histórico a Franco y a su obra y el ataque a la Iglesia que tan condescendiente fue con ellos en la Transición y por la que tantos murieron durante la Guerra a manos de los vencidos; y si hubo consenso duró muy poco, porque lo primero que hizo Felipe González fue cerrar las universidades laborales y “democratizar” las Universidad tradicional, de cuyo descalabro todavía no se ha recuperado. Lo segundo poner en marcha de manera institucional “la ruptura”, con la historia del país desde la victoria del ejército nacional. Esa falta de aceptación de la historia llevó al gobierno del también socialista Zapatero al paroxismo, con su ley de memoria histórica: un ejercicio de odio a los vencedores de la contienda, y a la eliminación de monumentos y nombres de personas y políticos del periodo de Franco. El último, han desmontado la efigie de Franco en la Plaza de Salamanca. Pero seguimos deificando nuestra democracia y repitiendo que tenemos una “democracia madura”.
Otro gran fracaso lo han constituido las Autonomías, para lo que no hay libertad de expresión en reconocerlo en los medios convencionales. Constituidas en las Taifas de Alí-Babá y sus 400 políticos-ladrones y despilfarradores, ocasionan tal déficit al Estado que no lo puede soportar, dadas sus escasas fuentes de riqueza. Déficit que nos ha llevado a que la deuda nacional supere nuestro PIB. Para colmo, cuando un Presidente del gobierno necesita votos en el Congreso les falta tiempo a los catalanes y a los vascos para vendérselos a cambios de privilegios y pesetas. Como ha ocurrido vergonzosamente con Zapatero y con Rajoy. Pero es inútil confiar en que la vida política se regenere, porque el mal es genético, y los mismos políticos lucharán para no perder sus mamandurrias.
Para terminar, dejemos de mirar a los degradados políticos de este periodo y consideremos lo que estos 40 años han significado para el pueblo. Pues han supuesto la instauración del divorcio, y más tarde del divorcio exprés sin periodo de reconciliación, del aborto, de la imposición de la perversión de la infancia con la educación en la ideología LGTBI, la cultura de la desgana y el pasotismo entre el alumnado de todos los niveles educativos y la cultura de la subvención en el mundo laboral con la tonta pretensión de que sean todos iguales de hecho (igualitarismo), con independencia de su esfuerzo y de sus méritos y en dependencia de la igualdad de oportunidades, y el invierno demográfico en las familias. Casi nada.
Antonio Rodríguez Burgos