El Diestro.- Una de las frases que más hemos escuchado todos a lo largo de nuestras vidas cada vez que encendíamos la radio o la televisión era la de “atentado de ETA”. Acto seguido llegaba la narración del atentado en el que se relataba lo sucedido y se empezaba a hacer el balance terrible, el del número de muertos o heridos. No había internet, no había redes sociales, pero lo que sí había era solidaridad y valentía a la hora de defender a las víctimas. Todos nos poníamos en el lugar del muerto y de los heridos. Llorábamos de rabia, queríamos proteger a ese niño cuyo padre, militar, policía, guardia civil o político había sido asesinado a las puertas de su casa o incluso ante sus propios ojos.
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Pensábamos en esa mujer a la que unos asesinos la habían convertido en viuda en tan solo unos segundos tras disparar en la nuca a su marido o haberle puesto una bomba en los bajos de su coche. Sufríamos con esos jóvenes padres y abuelos a los que unos asesinos les habían arrebatado la vida de sus hijos. O nos desesperábamos de rabia cuando nos enterábamos que entre las víctimas de esas bombas estaban pobres niños que ni sus asesinos podrían explicar nunca de una forma racional los motivos por los que habían sido asesinados.
A algunos les parece que todo aquello sucedió hace siglos. Para algunos, tan solidarios ellos con las vidas de un toro, un perro o un gato, esas pérdidas de vidas merecen el olvido simplemente porque sus asesinos han decidido dejar de matar, nadie sabe a cambio de cuánto ni de qué. Los políticos quieren olvido y perdón para los asesinos. No solo eso, los políticos pretenden que creamos que los asesinos han sido derrotados y las víctimas han vencido y la justicia también. Eso es mentira, no es cierto. Son los asesinos los que han vencido y somos todos los derrotados. Pero lo peor de todo es que hay una gran parte de la sociedad que cree lo mismo que ese político y una gran parte de la sociedad que defiende al asesino. Una gran parte de la sociedad se ha convertido en basura y cómplice vendedora de una campaña política indigna.
Parece mentira que hoy haya que pedir cosas así, pero es lo que hay. Parece mentira que hoy haya que firmar algo para que a las cosas se las llame por su nombre y para que a las víctimas de estos malnacidos se las pueda dar lo poco que les podemos dar ahora, dignidad, recuerdo y justicia. Pero esta sociedad de las solidaridades artificiales y de los grandes olvidos necesita despertar, necesita un manotazo en la cabeza para que salga de un letargo despreciable y alienado. Parece mentira que hoy tengamos que pedir a todos que se firme este manifiesto para que este fin de ETA se quede sin impunidad. Parece mentira, pero es real.
Editorial EL DIESTRO
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Indignante