Antonio Rodríguez Burgos.- No sé quien dijo que “la libertad de uno termina donde empieza la libertad de otro”, pero como esto no se enseña en las escuelas, ni en el bachiller, ni en la Universidad, ni en los medios de comunicación y además hay partidos políticos que hacen de la ofensa, incluso del odio, un arma de combate dialéctico, el pueblo en lugar de avanzar en cultura y educación, y en respeto de unos para con otros, va retrocediendo a aquellos tiempos de odio y de ofensas cotidianas de la República. Y cuando algunos de estos sucesos llegan a los Tribunales, hay algunos jueces que hasta exculpan a los ofensores, contra el más elemental sentido común.
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Este retroceso parece que aumenta conforme nos alejamos de la Transición.
Deseo ahora dejar a un lado los actos de odio estricto y puro, como escribir la frase ya usada hace 80 años de “la Iglesia ilumina cuando arde”, u otra usada recientemente y escrita con sagradas Formas, o pintarrajear una imagen de Jesucristo que el pueblo venera, etc. No, deseo referirme a cuando se utiliza la diversión, (¿el humor?), el espectáculo festivo, unas chirigotas o un carnaval (aunque en estos casos el odio esté agazapado) para ofender a otros.
Y porque es de mucha actualidad, me refiero a los actos tan conocidos cometidos en el carnaval de Las Palmas de Gran Canarias. Actos que no se cometerían en países de nuestro entorno, donde se tiene un sentido más cabal de la libertad y donde la autoridad pública actúa con más responsabilidad, así como los tribunales de justicia. Pero también se cometen por lo que digo en las primeras líneas de esta carta y además por el aplauso de otros con sus comentarios desafortunados. ¿Por qué razón, basándome en la libertad de expresión y en un contexto humorístico, puedo yo ofender y pitorrearme con palabras y gestos de tu madre y de tu hermano? Para muchos la Virgen María es su Madre y Jesucristo es su hermano. Ellos no son ideología: son personas. Y sus hijos y hermanos tienen derecho a sentirse ofendidos, como los mahometanos cuando se ofende a Mahoma. Que también es persona. Hay cínicos que claman por la libertad para criticar y ofender las ideas religiosas equiparándolas a las ideologías artísticas o cualquier otra ideología políticas o al sistema métrico decimal.
En el caso que nos ocupa, ni Jesucristo ni la Virgen son portadores de una ideología, incluso ninguna religión es una ideología, y ofender una religión es ofender a los que la profesan, que como ciudadanos tienen derecho a que los poderes públicos les protejan y les defiendan. Porque no todo es criticable, ni humorísticamente. Pero todavía hay gente que no es flexible intelectualmente, y esto es un grave error para la convivencia democrática.
ANTONIO RODRÍGUEZ BURGOS. Córdoba