Leonard Read (1898-1983) relata una historia sobre Ludwig von Mises a quien en cierta ocasión se le preguntó qué haría si le hiciesen dictador de los Estados Unidos. Su respuesta inmediata fue que dimitiría para liberar tanta actividad creativa por parte de individuos como fuera posible:
La última pregunta se planteó a medianoche: “Profesor Mises, estoy de acuerdo con usted en que se acercan tiempos difíciles. Ahora, supongamos que sí fuese el dictador de estos Estados Unidos. ¿Qué harías?”
Su respuesta llegó rápida como el relámpago: “¡Dimitiría!”
data-ad-format=”auto” data-ad-slot=”7261816399″ style=”display: block;”>
He aquí la sabiduría de aquel que sabe renunciar: el hombre con plena consciencia de que no debe dominar a sus semejantes e incluso rechaza dicho pensamiento.
Pocos de entre nosotros somos lo suficientemente sabios como para saber lo poco que sabemos. La ignorancia de las limitaciones es de esperar por parte de todo aquel que no ve más allá de sí mismo.
El hombre sabio, por otra parte, logra una medida de autotrascendencia: ve más allá de sí mismo, incluso más allá de su entorno. Sabiendo mucho más que el resto de la media de hombres, él mide su conocimiento no por lo que sabe sino por lo que le falta por saber; y así confiesa que no sabe casi nada. Un individuo tan raro pesa su conocimiento finito en la escala de la verdad infinita, y la conciencia de sus propias limitaciones le dice que nunca debe dominar a los demás. Tal persona renunciaría a cualquier posición de gobierno autoritario que le pudiera ser ofrecido o, si accidentalmente se encontrase en tal posición, ¡abdicaría inmediatamente!
Hemos sido testigos a traves de los medios y la tv de casos descarnados de todo lo contrario. De quienes sueñan con ser dictadores partiendo de algo que llaman democracia, pero que no deja de ser un mero maquillaje pues ni se da la representación y mucho menos la separación de poderes en estos momentos en España. De quienes toman como modelo histórico a un siniestro personaje que dijo que usarían la democracia solo como medio para alcanzar el poder, y una vez conseguido ese poder acabarían con la democracia instaurando la dictadura del proletariado. En nuestro caso sus imitadores utilizarían la partitocracia para alcanzar el poder, y una vez conseguido harían lo mismo.
Conocemos a alguien tan ridículo como peligroso que henchido de soberbia ya repartía ante los medios carteras ministeriales entre sus acólitos sin haber ganado las elecciones, y que además pretendía poner como su hombre de paja al aspirante de otro partido que había conseguido muchos más votos que él. Formando una coalición de los dos partidos conseguían una mayoría para gobernar. Pero la teoría de juegos volvió a mover sus cartas en la práctica una vez más e impidió la sinergia: los dos quedaron fuera del poder y ninguno gobernó. Es a donde conducen la ceguera y las pasiones por el poder. Como dice un sabio dicho popular: la avaricia rompe el saco. Y menos mal que lo rompió. Si no, España estaría viviendo una auténtica dictadura fascista bolivariana disfrazada de bolchevismo.
data-ad-format=”auto” data-ad-slot=”7261816399″ style=”display: block;”>