En la mañana de este miércoles ha aparecido muerto en su casa Fernando Altuna Urcelay, un incansable luchador en contra del terrorismo y en defensa de los derechos de las víctimas. Con 47 años, ha muerto prematuramente, pero ha dejado un ejemplo de vida volcado en unos principios: los de que su País Vasco era de los vascos y sobraban los asesinos terroristas. Como él solía decir: los terroristas que asesinan sobran, los terroristas que siguen matando desde las instituciones también.
Valiente y luchador, no tenía problema en enfrentarse a los proetarras en los pueblos vascos. Cada vez que había una protesta contra el olvido de las víctimas, él estaba el primero. En los últimos días criticó duramente la decisión de las autoridades vascas de retirar las placas de recuerdo a las víctimas de ETA, una acción organizada por el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite) a la que pertenecía.
Hace unos días, junto a Consuelo Ordoñez, visitó Alsasua, donde se enfrentó a quienes defendían a los proetarras que justificaban a los agresores de dos guardias civiles en esa localidad. Vivía entre Madrid, donde trabajaba en publicidad, y el País Vasco, donde se fue dejando la vida y la salud en sus protestas contra la normalización de ETA en las instituciones.
Estaba firmemente posicionado contra el terrorismo, contra cualquier terrorismo. Todos recordamos la escena de Fernando enfrentándose al exjemad frente a la embajada de Francia. Allí le preguntó al militar sobre el pacto de Podemos y Bildo en Navarra. No dudó en ponerse a su lado y decirle: “Mi general, mi general… Me presento. Soy Fernando Altuna, hijo de Basilio Altuna. A mi padre lo mató ETA político militar en 1980. ¿Por qué estos asesinados sí valen y los de Navarra no?”.
Vasco, taurino y del atleti. Así se describía Fernando en sus perfiles en redes sociales. Pero había mucho más. Sus tardes de fútbol con Íñigo en el Vicente Calderón bajo el lema de “2 Altuna 2”, una afición que perpeturá su hijo, como él perpetuó la de su padre en la lucha contra los terroristas. Basilio Altuna Fernández de Arroyabe era capitán de la Policía Nacional cuando fue asesinado en 1980. En aquel momento Fernando decidió continuar con la lucha de su padre y tiene un heredero en el joven de 13 años que se siente orgulloso de un padre que le enseñó “a cambiar el mundo y hacerlo mejor” con un minuto de silencio.
La muerte ha llegado a este referente de la lucha en favor del reconocimiento a las víctimas del terrorismo solo unos días antes de poder tomarse un café en el Café Comercial, quizá el lugar que más le gustaba visitar en Madrid hasta su cierre.
Fernando Altuna colaboró en varias ocasiones con La Gaceta. Su última tribuna estuvo dedicada, ¿cómo no?, a seguir la lucha contra el terrorismo en la que él creía.
De él, quienes le conocimos, solamente podemos despedirnos con la frase con la que él lo hacía desde twitter todas las noches: “Hasta Cada Momento Cariños”.