![]() ![]() |
OPINIÓN |
Si pensáramos en una típica reunión de cualquier comunidad de propietarios podríamos considerarla como algo parecido a una asamblea. Ahora imaginemos una asamblea en la que intervengan todos los vecinos de una población, digamos, de veinte mil habitantes intentando todos tomar decisiones ejecutivas. Peor todavía, imaginemos que esa decisión Seguidamente traslademos esta situación a una nación de casi 47 millones de habitantes, Quienes pretenden afirmar que un Estado moderno puede funcionar con una democracia asamblearia es un verdadero ingenuo, o toma por memos a los que le escuchan. Además de eso son todos unos ignorantes porque la representación ya la inventó Marsilio de Padua (1275-1342) y el hecho de que un partido político de masas se gobierne por medio de asambleas (círculos) lo impide la Ley de Hierro de los partidos políticos de masas que establece que ese tipo de organizaciones siempre son gobernados por un líder. Quienes se fascinaron creyendo que el pueblo iba a gobernar a través de los círculos de podemos ya se habrán dado cuenta de su candidez. Recuerdo haber mantenido conversaciones al respecto, pero ya se sabe; quien todo lo juzga fácil al final todo le resulta difícil.
Esta peregrina idea como método para gobernar naciones a través de la voz directa del pueblo a través de asambleas o círculos, como afirma Podemos, tiene su origen en el funcionamiento decimonónico de los sindicatos; idea utópica que ha sido recogida por el idealismo impracticable, para no perder la costumbre, de aquellos quienes gustan etiquetarse de “izquierdas”. En las distancias cortas se sienten como pez en el agua dentro de los sistema asamblearios.
Ahora bien, si bien es cierto que las asambleas si no están manipuladas establecen una forma de democracia directa, también es cierto que las izquierdas en España son muy sectarias, y no permiten que nadie se salga un solo milímetro de la línea de su pensamiento único. No obstante, tras dos siglos de experiencia y ante la evidencia de que el comunismo no deja de ser un experimento sociológico fracasado se han convertidos en verdaderos expertos en la manipulación a traves de soflamas populistas. Para ello tienen estratégicamente distribuidos por el recinto donde tiene lugar la asamblea grupos de presión que pueden manipular ridiculizando una propuesta que sería aceptada gustosamente por la mayoría, pero que vaya en contra de sus intereses. Esos grupos de presión que sintonizan con el pensamiento único del líder ora utilizan el escarnio, ora las mofas y burlas o gritos de protesta en contra de las propuestas non gratas para ellos; silban, utilizan gestos histriónicos o aplauden a rabiar según de quién venga la propuesta, y al final, la masa intimidada tiene que levantar el brazo votando sin libertad en contra de sus intereses o “por votar lo que votan todos”; y se aprueba lo que ya había decidido el líder de antemano. Y encima le toman el pelo a la audiencia diciendo que ha salido todo “democráticamente” ¿Quién no los ha visto actuar en las asambleas masivas de fábricas, las asambleas de estudiantes, de profesores? Especialmente, en las de estudiantes y fábricas aparecen por generación espontánea grupos de los más variopinto a quienes nadie ha visto nunca pulular por la facultad, el instituto o la fábrica. Esos son los profesionales que incluso pueden invitar a salir por las buenas o por las malas a algún asistente molesto llegando a utilizar métodos mafiosos de intimidación con quien discrepe abiertamente.
Este tipo de prácticas no pueden cobijarse bajo el paraguas de los verdaderos inventores de la democracia directa, los atenienses, quienes corregían estos desmanes ejecutando en el acto a quien localizaban sin tener derecho a estar en la asamblea. Sabían muy bien el daño que les podía hacer un agente infiltrado. Incluso podía llegar a significar la muerte de la ciudad.
En cambio, un Estado moderno constituye un aparato inmensamente complejo imposible de gobernar mediante círculos ni asambleas. Algo así solo pueden creerlo ingenuos o ignorantes. De esta forma el poder ejecutivo lo constituyen los funcionarios para aquello que es predecible y el gobierno para salvar al pueblo de aquellas situaciones que sean imprevistas. Las normas bajo las que el gobierno llega al poder constituirán o no parte de una democracia si dicho gobierno no tiene nada que ver con otro poder: el poder legislativo. El hecho de que nuestro gobierno dicte leyes es una verdadera aberración desde el punto de vista de una democracia. En una democracia quienes dictan las leyes son los representantes del pueblo, para eso se inventó la representación.
“Es una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder tiende a abusar de él: llega hasta donde encuentra límites. Para que no se pueda abusar del poder es preciso que por la disposición de las cosas que el poder frene al poder”