A estas alturas y después de algo más de un año escribiendo en el Blog consideré que debía darme a mí mismo y a mis lectores algo más que opiniones. Esto me hizo indagar en temas actuales y bucear por mi cuenta dejándome llevar en completa libertad, o bien relatar ampliando aquello que había ya leído y en lo que quería ordenar mis ideas. No existe mejor forma de categorizar ideas que escribiendo y enfocando la atención sobre algo: ello te obliga a indagar, realizar lecturas, estructurar pensamientos y aprender sobre la marcha. Uno de mis más felices hallazgos fue A.G.Trevijano, al que considero un verdadero genio de la ciencia política por la racionalidad de su discurso y las fuentes en las que basa todos sus argumentos. Además, acuña nuevos conceptos que sintetiza de toda la información y cultura que implica el ser un sabio de siglo XXI. De no ser el nuestro un sistema de y para mediocres, Trevijano sería materia de estudio ya en los colegios y no digamos en nuestras universidades.
Para el trevijanismo, la pregunta: “¿eso es más democrático, o menos?” implica que quien se plantea algo así no sabe qué es la democracia. La democracia, tal como Trevijano la plantea es un reglamento como el del ajedrez: Cualquiera se dará cuenta que preguntarse si algo es más o menos “reglamento de ajedrez”, lo que sugiere es un absurdo; tanto como plantearse si algo es más o menos democrático. Si partimos de este principio tan sencillo y elemental: la democracia se refiere a la norma: con qué reglas vamos a jugar; entonces cuestiones como si las listas abiertas serían más democráticas o la de que si no nos dejan hacer una consulta soberanista el Gobierno Central no es democrático chocan contra toda lógica. Y si gran parte del lenguaje político que están en estos momentos manejando tanto los medios como los políticos cae por reducción al absurdo, me temo que los conceptos que manejan o no los tienen muy claros o bien no han encontrado el vocabulario adecuado para expresar dichos conceptos.
Así como Trevijano ofrece referencias de por qué afirma lo dice, en qué fuentes se basa y el contexto histórico de los conceptos políticos desde la Revolución Americana y los hechos de la Revolución Francesa origen de los regímenes políticos modernos hasta nuestros días pasando por el Marxismo, no he encontrado ninguna referencia respecto a un sistema como el nuestro, dentro de esas normas democráticas formales, donde el jefe de partido confecciona la lista de nombres candidatos en las elecciones, los primeros de esos nombres entran en la cámara nombrados como diputados en función de la posición que ocupan en esa lista, y luego esos diputado nombran presidente a quien antes los nombró a a ellos diputados. Semejante cambalache parece más bien una broma de mal gusto por no decir una tomadura de pelo. Lo que nadie en sus cabales admitirá nunca es que esos diputados representen a nadie más que a sus jefes de partido (de ahí la lógica sumisión que llaman eufemísticamente disciplina de voto). Se nombran entre ellos y defenderán, como es lógico, sus propios intereses. El papel ridículo del votante queda limitado al de ser por un día un funcionario más que decide a quien le toca la alternancia de poder esta vez. Es decir, qué partido se va a poner las botas. Los que van a quedar descalzos serán, evidentemente, esos funcionarios por un día que depositaron inocentemente su voto. Se aplican entre los aspirantes la dedocracia más descarada. No es de extrañar que todos los altos y altamente remunerados cargos del estado continúe con el mismo sistema: a dedo. Y todo ello nos conduce, de nuevo, cuando entramos en lo público en la más apabullante mediocridad. Es un devastador efecto dominó que parte de la misma raíz de donde se nombraron los cargos por primera vez.
Pero los dislates no acaba ahí: para quienes defienden la Ley D’Hont, no dudo que la entiendan matemáticamente (les doy el beneficio de la duda), pero lo que no llegan a comprender es lo nefasta que resulta: “La representación proporcional está tan estrechamente vinculada a la partidocracia, que la sola idea de sustituirla por la representación mayoritaria de distrito contiene la potencia de una revolución”. A.G.Trevijano, Teoría Pura de la República. Lo que está pasando ahora, no en España sino en toda Europa, es en gran parte cortesía del reparto proporcional.
Bueno. Por estas y otras muchas cosas quitemos a los políticos, ya nos gobernamos nosotros mismos: Los griegos jamás utilizaron la representación ni se les pasó por la cabeza, ya que no la necesitaban; excepto cuando en situaciones de extrema gravedad y para salvar a la ciudad nombraban a un tirano. El tirano concentraba durante la emergencia las decisiones, pero si era honrado al acabar el peligro debía devolver el poder a los ciudadanos. Ahora bien, la forma de democracia directa, por la complejidad de los asuntos a tratar en los estados modernos no es factible; excepto en ciertas ocasiones. Lorenzo Abadia en su libro Mando a Distancia la defiende para ciertas y contadas circunstancias proponiendo un tipo de e-democracia, pero marcando muy bien el hecho de que este tipo de democracia no valdría para todas las situaciones.
Además, lo cierto es que el voto directo desde casa y por internet no se puede realizar todavía con garantías porque no existe tecnología para hacerlo: no es lo mismo utilizar el e-dni para hacer la declaración de hacienda o realizar una operación bancaria donde quedan registrados todos los datos, y en caso de fraude se puede llevar a cabo un seguimiento a través de esos datos, que usarlo para votar desde casa, ya que las garantías de los interventores presentes en los colegios electorales no existirían y nada podría garantizar que el software no se programase para un pucherazo. Los datos que van de una urna hasta traducirse en diputado, con el sistema actual está garantizado; con un sistema electrónico desde casa, no. Otra cosa es que dicho sistema electrónico esté ubicado en el colegio electoral y la operación se realice con garantías. Se han hecho pruebas en ese sentido.