Cuando Suárez reconoció una ley electoral en la cual se confeccionaba una lista donde los que estaban en los primeros lugares serían los elegidos estaba abriendo una autopista a la oligarquías, a la impunidad y a la corrupción.
Los medios impresos más supuestamente libres mencionan tímidamente, pocas veces, la cuestión de la listas abiertas. En los medios sociales se observa también cierto bufido por las listas abiertas como paladín que nos conseguiría la representatividad parlamentaria: nada más falso. Ese representante “puesto por el pueblo” y no por el Jefe de Partido seguiría estando al servicio del partido. Lo único que es capaz de paliar la corrupción es la representación de los ciudadanos en el origen de la sociedad civil (desde los distritos electorales) mediante el representante de distrito, con carácter imperativo y revocable en caso de deslealtad al pueblo. En segundo lugar y no menos importante, la separación absoluta de poderes. Es más, no solo la separación sino el enfrentamiento entre el legislativo, ejecutivo y judicial. Todo ello no dependen más que de unas normas que deben ser recogidas escrupulosamente en una constitución. Lo que nos ocurrió no tiene nada que ver con eso:
Suárez es nombrado por Franco ministro de La Falange, a Juan Carlos lo nombra Franco y Juan Carlos nombra a Suárez… Ésta es la triangulación de la que partió nuestra transición. Un hecho histórico puntual en un ambiente y una situación a la que hay que retroceder: ¿cómo empezó todo? Suárez legalizó al partido Socialista y al Comunista con dos personajes al frente: Felipe González y Carrillo, junto a los partidos independentistas y nacionalistas de Cataluña y País Vasco. Nada de legalizar a ningún otro partido: a los republicanos, por ejemplo, no se les permitió entrar en ese juego. Ninguno traspasó para nada el poder recibido gratuitamente a manos del pueblo: el poder pasó directamente a manos de los partidos; por lo tanto, el pueblo jamás ha tenido acceso al poder ¿Por qué iba a mejorar todo con un estado federalista otorgándole más poder todavía a la oligarquía dominante? Una vez los partidos que participaron el el festín heredaron el poder del régimen anterior, la cosa fue más bien fácil y cayó por su propio peso: los partidos se limitaron a confeccionar unas urnas en las que para nada se preguntó al pueblo sobre quiénes debían confeccionarlas; y sin elecciones previas ni nada, controlaron un poder directamente emanado desde el Franquismo, sin el control de Franco a los políticos, y hasta nuestros días.
La solución está en nuestro conocimiento sobre la verdad. Solo así seremos capaces de elegir y estaremos vacunados ante cualquier manipulación. Ahí está nuestra libertad.