Hace un par de semanas tuve el honor de ser invitado por la Casa de Cultura de Mieres a participar en un coloquio sobre municipalismo.

La elección de la capital de la cuenca del Caudal no podía ser más apropiada para un evento de esta naturaleza, pues la gestión del ayuntamiento mierense es la constatación del fracaso del actual modelo municipal, un consistorio con 6 prórrogas presupuestarias seguidas, en quiebra técnica y prácticamente intervenido por el Ministerio de Hacienda.

Servir a los vecinos

Un ayuntamiento que no está para servir a los vecinos, sino para vivir a costa de ellos, con una plantilla desmedida que se lleva el 46% del presupuesto municipal, el doble que la media española y la de países con un sector público tan importante como Suecia, en donde los gastos de personal representan el 23,9% del presupuesto.

Un ayuntamiento que acumula 8 millones pérdidas en los últimos 10 años y que ha habido ejercicios en los que su desfase presupuestario ha sido del 20% y que se ha visto en la necesidad de incrementar sensiblemente todos los tributos locales.

En fin, un claro de ejemplo que lleva a cuestionarnos muy seriamente el modelo de municipalismo español vigente.

Problemas de los municipios

Uno de los mayores problemas del municipalismo es su constante crecimiento y la invasión de campos en los que jamás debieron entrar, lo que les ha llevado a entrometerse en cuestiones que exceden sus competencias y ello para hacer política, no gestión de servicios comunes.

Un municipio no deja de ser una enorme comunidad de vecinos en donde -como en cualquier comunidad de propietarios- existen bienes privativos y bienes comunes, en donde la acción de la comunidad debe limitarse a éstos y en modo alguno entrometerse en la intimidad del hogar familiar.

Tu comunidad de vecinos

Nadie en su sano juicio vería bien que su comunidad de propietarios se liase a imponer a los vecinos políticas de “igualdad” y de “género”, a decirles qué juguetes han de comprar a sus hijos o que, con cargo a los gastos de la comunidad, financiara exposiciones, programas de cooperación con el pueblo saharaui, subvencionara la compra de electrodomésticos, la matrícula del gimnasio o exigiera una derrama para excavar fosas o para la promoción del bable.

Una comunidad de vecinos se dedica a gestionar de manera eficiente los servicios básicos necesarios para el funcionamiento de las zonas comunes: limpieza, mantenimiento, alumbrado, antena de televisión, etc. y nada más.

Y ese es precisamente el modelo de municipalismo al que debemos transitar, un municipalismo que se centre en resolver las necesidades de las zonas comunes (mantenimiento de viales, parques, alumbrado, etc.), alejado de veleidades políticas y ceñido a la gestión profesionalizada de los servicios municipales esenciales.

Gestión profesionalizada

Ese modelo de gestión profesionalizada y despolitizada de los municipios existe en multitud de países y, en Estados Unidos, llega hasta el punto de que el 50% de los ayuntamientos son gestionados por “city managers”, directivos contratados por el consistorio para llevar las riendas de las localidades y no por alcaldes.

En definitiva este modelo es el que ya existe en España para las comunidades de vecinos, las cuales contratan a un profesional, a un administrador de fincas, para llevar y cuadrar las cuentas y encargarse del correcto funcionamiento ordinario y diario de los asuntos de la comunidad, con independencia de la existencia de la figura del presidente.

El mal del municipalismo

El mal del municipalismo español es su politización, la utilización del poder municipal para hacer política, para tratar de moldear a los vecinos al gusto del alcalde de turno, para financiar las ocurrencias de alcaldes megalómanos o para solucionar los males planetarios con cargo a las cuotas de la comunidad de vecinos.

En el municipalismo actual el dinero de los vecinos no va a atender las necesidades de los servicios esenciales comunes, sino a financiar los proyectos y caprichos políticos de los alcaldes.

Hoy, los ayuntamientos no están para servir a los vecinos, sino para servirse de ellos.

El nuevo municipalismo español ha de pasar necesariamente por su despolitización y su profesionalización.