El otro día entrevistaban a Julián Contreras padre e hijo, ex-marido e hijo de Carmina Ordoñez, que al parecer se han apuntado hace ya algún tiempo a este selecto club al que pertenecemos tantos en España y que a muchos les da vergüenza reconocer: al club de los arruinados. Al parecer montaron un negocio y este les fue terriblemente mal, el caso es que a mi eso me suena de algo. Cuando aparecen en este tipo de programas perdedores que lo reconocen, como en este caso los Contreras, parece ser que los triunfadores tales como Lidia Lozano, María Patiño, Kiko Matamoros y cia. tienen la obligación de lanzarse a por su presa como auténticos buitres carroñeros. Una persona arruinada bastante tiene con buscar su subsistencia diaria como para encima aguantar a esta carroña y más cuando el carroñeo va acompañado, además, de burla y mofa por la situación económica.
Fue tal el ensañamiento que Julian Contreras hijo, con veintitantos años y más grande que un oso, comenzó a llorar desconsoladamente mientras decía a los “grandes triunfadores” que le entrevistaban: “Qué suerte vosotros que podéis vivir como queréis, yo me tengo que conformar con vivir como puedo”.
Nadie que lo esté pasando mal pretende que venga nadie a su casa a solidarizarse y a solucionarle la vida, eso sería infantil además de ridículo. Lo que espera una persona así es, al menos, respeto, respeto que no tiene nadie puesto que como le ocurrió a este chico en el Sálvame todos estamos rodeados de triunfadores, y en un país como España más. Haz la prueba y se sincero con quien tienes alrededor, seguramente como mucho te pondrá la mano por encima de tu hombro cuando habla contigo, pero cuando te des la vuelta y hable con su familia o amigos vas a ser el centro de sus conversaciones, de las de los triunfadores. “¿Pero no tenías dinero ni para comprar un miserable regalo a tu hermano?” Le preguntaban como sorprendidos gente que o es tan tonta como para no saber qué es estar arruinado o que aún sabiéndolo se regocija en la humillación pública de quien sufre, sea lo que sea.
Creo que estamos rodeados, en general de imbéciles, y que esto se solucionaría pasando por lo menos una vez en la vida por lo que estás viendo a tu lado. Al menos un día por una ruina económica, otro por una enfermedad grave, otro por una malformación y así una a una por esas circunstancias de las que, cuando las vemos desde lejos, no sólo criticamos, también nos permitimos el lujo de juzgar.