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Los dedos se me van sin querer al teclado del ordenador cuando las ideas me surgen como un acto reflejo ante lo que escucho o leo al azar en un medio cualquiera de comunicación. La pregunta que acaban de soltar me resulta casi capciosa; y digo “casi” porque desconozco si la formulan por ignorancia o por maldad.

¿Ha llegado el momento de los partidos pequeños y decir adiós al PP y PSOE?
Ni se enteran ni quieren admitir que mientras tengamos enquistados a los partidos políticos en el Estado no habrá división de poderes. Eso es precisamente a lo que aspiraban Hitler y Mussolini; y su sueño era además meter a la sociedad civil también de manera que formase parte del Estado, en palabras de A.G Trevijano. Desde que acabó la Segunda Guerra Mundial estamos sufriendo esos entes abstractos que pululan por Europa enquistados en el Estado, máquinas de corrupción en serie. Ya quedamos en que los partidos políticos jamás debían formar parte del Estado:
1ª Condición P∩E= θ siendo P el partido político y E el Estado.
Por lo tanto, aquí sobra plantear que si PP, PSOE, CiU, ERC partidos pequeños, comunistas, extrema derecha, y el que sea. 

En la guerra de Independencia Americana el patriotismo fue un arma nueva que consiguió unir a granjeros, tenderos y toda una población en defensa de la libertad contra las tropelías de los políticos ingleses. Abatieron al ejército más poderoso del momento… En nuestro caso, esa unión patriótica surgida para los americanos ante la amenaza de un ejército exterior podría inspirarnos para la posibilidad de unirnos ante otra amenaza tan destructiva como la de la crisis financiera; y el reino de la impunidad aliado a la corrupción. La sociedad civil debe despertar y salir de ese estado de desconocimiento y letargo donde el poder la tiene encorsetada y engañada. No existe solución en las ideologías ni en los partidos: no la hay ni la habrá nunca; ni tampoco surgirá nada bueno para nosotros de ninguno de las dos. Cada vez que alguien dice “estamos en una democracia” alimenta al monstruo. No lo estamos. No estamos en una democracia: estamos en una partidocracia.
El ciudadano medio debe tomar conciencia de la existencia y posibilidad de aplicar unas nuevas reglas de juego que desconoce, y que sí constituirían una verdadera democracia. Este reglamento es muy sencillo y ha de ser difundido por todos nosotros, porque el sistema de partidos nunca actuará en contra de ellos mismos y no lo difundirá,
No podemos hacer nada … ellos (el poder) harán lo quieran.
Sería un grave error y nuestra cadena perpetua confundir desconfianza hacia los políticos con desconfianza hacia la política; todo lo contrario, debemos tomar las riendas. Es cierto que carecemos de representación desde el momento en que nos colaron el sistema proporcional. Para empeorar las cosas, las listas cerradas las propone el jefe de partido y las listas abiertas tampoco ofrecerían ninguna solución, el mandato imperativo lo ejerce el jefe del partido político y no el votante… y el cinismo general practicado por los Estados de Partidos es todo lo contrario al reglamento de cualquier democracia; en consecuencia, las normas de juego precisamente es lo que hay que cambiar: unas normas de juego muy sencillas y claras que basan su unidad en el colegio electoral, no en el partido político, cuya función no es obligatoria aunque si puede ser útil por motivos organizativos. Este criterio cambia totalmente el paisaje político: de estar encorsetados por el poder nos encontraríamos con el derecho de votar a un diputado de distrito uninominal, con carácter imperativo. Es decir, uno cada cien mil votantes, y este diputado ha de cumplir con aquello para lo que fue elegido. Si los votante lo hubieran elegido porque no hubiésemos querido entrar en el Euro, entonces estaría obligado por mandato de sus votantes a votar NO al Euro. De esta forma son los ciudadanos los que controlan al diputado, que en caso de salirse de la raya puede ser sustituido por esos mismos ciudadanos. La función de nuestros representantes sería la de proponer las leyes (no la de legislar) y estas leyes irían a una cámara legislativa. Esa cámara sería la que tendría que traducir la ley para que apareciese (con el Visto Bueno de los diputados) en el Boletín Oficial de la Nación. A partir de ahí, la ley tiene ya carácter coercitivo y la hemos de cumplir todos; no unos sí y otros no. Esa sería la forma de separar el poder legislativo del poder ejecutivo. Esa sería la forma de resolver los problemas de las preferentes, de la sanidad, de la educación, de todas aquellas cosas que tienen tan cabreados a los ciudadanos y por las que muchos están en paro y condenados a la indigencia. Además, acabaríamos con la casta de políticos profesionales porque se pondría presentar cualquiera, y no los enchufados de los que confeccionan las listas. Y evidentemente pondríamos a gente competente porque no la elegirían los partidos, nosotros seríamos lo electores.
El pueblo está preparado para algo así aunque haya quienes se empeñen en lo contrario: sabrá lo que es cuando lo sea, como decía Lincoln. También es cierto que es completamente ignorante y ajeno a este concepto de democracia; y puesto que los medios no lo van a difundir, tendremos que hacerlo nosotros.
Y ¿cómo lo conseguimos?
Solo mediante una enorme y masiva presión social donde dejásemos de lado cuestiones de ideologías, de partidos y de cualquier otra cosa que desviara nuestra atención de que lo que queremos son unas normas de juego nuevas; nada de renovadas, regeneradas ni tonterías.
Aunque los políticos no nos respetan para nada haciendo la petición reglamentaria, pero también pidiendo el apoyo de EEUU y Bruselas; ya que a ellos sí que les tienen miedo y los respetan.
¿Y las ideologías?
Las ideologías son para cuando tengamos las normas de juego verdaderamente democráticas; no olvidemos que estamos hablando de un reglamento bastante sencillo. Es como el reglamento del ajedrez. Ya está inventado y no podemos decir que esto es mas ajedrecista que aquello. Pues tampoco que esto es mas democrático que aquello. O es o no es ajedrez. O es o no es democracia.
Una vez tengamos la norma, ya iremos aplicando. Seguramente, como las ideas partirán del pueblo y el pueblo no es tonto se irán a parar a sistemas eclécticos donde avanzaremos aprendiendo y haciendo camino con lo mejor de cada casa. De ahí iremos resolviendo los problemas que tenemos actualmente (olvidad que  los políticos profesionales nos vayan a solucionar nada) y mejorando para no caer en errores pasados. La imaginación y la creatividad al poder… todo depende de tener la herramienta adecuada, nada más.
Vicente Jiménez

Bibliografía
A.G.TREVIJANO, Teoría Pura de la República, Ediciones MCRC