Se viene hablando mucho en los últimos dos años, y casi a diario desde el pasado 20 de diciembre, del distanciamiento entre el Presidente Fundador del Partido Popular, José Mª Aznar y su ‘delfín’ y actual Presidente ejecutivo del partido, Mariano Rajoy. Yo mismo pude observar esa, ya entonces, evidente frialdad personal en el acto de clausura del Campus FAES de Agosto de 2015, donde se limitaron a un saludo protocolario, pronunciar sus discursos de cierre y una más que justa despedida, sin que en ningún momento se pudiera observar la más mínima sintonía entre ‘el fundador y su heredero’ –si se me permiten los términos—teniendo en cuenta, además, que esa ‘herencia’ se produjo merced al ‘dedo’ del primero, que eligió a su sucesor entre cuatro potenciales candidatos, Rato, Mayor Oreja, Acebes y el susodicho Rajoy, que no era el preferido ni por la militancia ni por el electorado simpatizante, según datos de una encuesta encargada al efecto por el propio Aznar.
Fue precisamente ese 20 de Diciembre pasado cuando Aznar comunicó oficialmente al Presidente del Gobierno su renuncia  como Presidente de Honor del partido pasando a considerarse “militante de base”,  que le permitiría “actuar con más libertad en el futuro”. Esta ‘ruptura’  se produjo dos meses después de que, la que durante veinticinco años fuese su referencia ideológica como “think tank” del partido, la Fundación FAES, comunicara su desvinculación del mismo. Después FAES ha aprobado la reforma de sus estatutos y un nuevo órgano de gobierno, sin vocales natos del PP, aunque “sin descartar futuras colaboraciones”. Circunstancias ambas que obligaban a Aznar a elegir su nueva posición y, como se podía suponer, se decantó por seguir como Presidente de la Fundación.
Así pues, una vez ‘liberado’ de sus honores, y ya como “militante de base” –una base fuerte, hay que añadir–, el Sr. Aznar ha hecho, en pocos días –12 y 23 de Enero–, un importante ‘doblete’ con dos discursos que no han dejado indiferente a nadie y que, entre lo dicho por él y lo interpretado entre líneas, están alimentando no pocos artículos de opinión y tertulias. Así pues,  como estuve en los dos actos y escuché en directo las manifestaciones del Presidente de FAES y he analizado sus respectivos discursos, quiero precisar algunas cosas sobre lo que he leído y escuchado en los diferentes medios de comunicación, redes sociales incluidas.
El primero  fue organizado por la propia Fundación presidida por Aznar bajo el título ‘FAES, Ideas para la sociedad española’. En mi opinión, este discurso no respondió, del todo, a la enorme expectación despertada en cuanto al rumor de que ‘Aznar formará un nuevo partido político’ –que algunos querrían, otros piden y muchos, los más, sueñan–. Incluso hemos visto que, un periódico digital, dirigido por uno de los periodistas más recalcitrantes contra el actual Gobierno y contra su presidente en particular, publicó hace unos días una encuesta en la que le daba a ese hipotético partido cerca de cuatro millones de votos traducidos en 51 escaños ¡Casi nada! Incluso se hablaba de que Aznar tenía ya su nuevo ‘delfín’ –¿deberíamos decir ‘delfina’?–, Cayetana Álvarez de Toledo, que se ‘dejaba querer’ en alguna tertulia. La misma que se rebeló contra Rajoy cinco minutos antes de recibir la confirmación de que no iría en las listas para el Congreso en las elecciones del 20 de diciembre de 2015 que –en mi opinión–  sólo sirvieron para demostrar el resultado de no haber hecho las cosas como Dios manda durante cuatro años de mayoría ‘absolutísima’ en todos los niveles de la Administración, Estatal, Autonómica, Provincial y Local –lo cortés no quita lo valiente–. Pero, para desgracia de ese medio y de algún otro –que rápidamente, y quizás por las mismas razones, se hizo eco de esa encuesta–, del primer discurso de Aznar, en mi opinión, no se dedujo en ningún momento esa posibilidad.
Habló Aznar de una nueva etapa en FAES, de su inicio en 1989 como “institución de reflexión política al servicio de España y para hacer que fuera una de las mejores democracias del mundo” y de lo “decisiva que fue para articular una alternativa, llevarla al gobierno y hacer que éste cambiara realmente nuestro país, empezando por las ideas, siguiendo por los programas y terminando en las políticas, contando con los mejores”.
Definió la nueva etapa de FAES como “proyección de futuro pero también con algo de retorno a los orígenes,  para favorecer ideas y políticas mejores y convocar a un número suficiente de españoles dispuestos a llevarlas adelante”, llamó a “superar la suma de fragmentaciones —electoral, generacional y territorial— y habló del actual como de “un momento clave de nuestra historia, en el que se pretende que nuestros problemas sean abordados mediante el dilema que obliga a escoger entre disolución o fractura, un falso dilema que es sólo la forma que adoptan las viejas ideologías antidemocráticas, contrarias a la libertad”.
Terminó diciendo que “España es tarea de todos, no solo de algunos” y asumiendo que “España es nuestra tarea y queremos hacerla bien, desde nuestro sitio. Ahí vamos a permanecer. Ahí nos podrán encontrar. Y ahí esperamos encontrarles a todos ustedes”.
Como puede verse hasta aquí, ni una sola alusión directa a un nuevo partido o a un retorno a la política activa, aunque algunos interesados en la división del PP así parecen verlo.
La segunda parte del doblete, con más asistencia y expectación aún que en la primera, fue el 23 de Enero, inaugurando el ciclo El necesario fortalecimiento de España, organizado por la Fundación Valores y Sociedad que preside Jaime Mayor Oreja y la Fundación Villacisneros, presidida por Íñigo Gómez-Pineda.  José Mª Aznar fue presentado por María San Gil, que anunció un ciclo de conferencias hasta el mes de Julio, que habrá que seguir.
Empezó Aznar recordando a Gregorio Ordóñez — ese día se cumplía el vigésimo segundo aniversario de su asesinato ‘a pistola de ETA’– “con la misma lealtad a su memoria de siempre”, añadiendo que “era absolutamente inocente. Ni incitó ni ejerció jamás violencia alguna”.
Continuó diciendo que no venía “a hablar de ocasiones perdidas sino de oportunidades. Con realismo y preocupación, pero con gran esperanza” para “la reflexión sobre el fortalecimiento de España”. “Los países, como las personas, se fortalecen en la acción y se debilitan en la inacción”, dijo, lo que algunos medios y ‘sabios’ tertulianos ‘enciclopédicos’ han interpretado como una crítica directa al Gobierno de Mariano Rajoy al que ni aquí ni en toda su intervención citó.
Dejó constancia después de su añoranza de otros tiempos de “convivencia pacífica en los que se aprendió a ser adversarios porque renunciamos a mirarnos como enemigos” y recordó algunos hitos de nuestra Historia reciente, desde “la Constitución de 1978 y las primeras elecciones del periodo constitucional de 1979”.
En la continuación de su discurso puede que sí alimentase el morbo de su vuelta a la política cuando dijo que ”lamentablemente, hace tiempo que tenemos graves dificultades para dar continuidad a este relato y no podríamos situar en 2009 ningún acontecimiento histórico semejante a los que he mencionado” y que “tampoco estamos en el camino de poder celebrar nada parecido en 2019” volviendo, como en el anterior discurso, a referirse a la aparición de brechas que desvertebran España: Social, territorial y políticamente, que pueden ensancharse hasta convertirse en amenazas de fractura” para apostillar con su opinión de “que la tarea nacional más urgente es sellar esas tres brechas, vinculadas entre sí y agravadas por el contexto internacional”.
Repasó después estas tres brechas empezando por la que él considera como principal “la social, aumentada por la crisis”. Definió la segunda, “la brecha territorial”, como un “proceso de centrifugación institucional derivado del mal uso de nuestro modelo autonómico” y terminó esta parte afirmando que “con un Estado débil y fragmentado perdemos todos” para referirse  después a la brecha electoral, la tercera que nos amenaza, “reforzada por las anteriores, que desvincula territorios y personas y termina por reflejarse en las ofertas electorales” añadiendo que  “los partidos nuevos no han tomado el relevo de los anteriores en su capacidad de integrar y de impulsar España y que no actúan para un proyecto nacional”.
En la parte final de su discurso sí dejó algunas cosas que podrían relacionarse con una propuesta política –o una invitación a terceros–, desmentida de nuevo por Mayor Oreja en algún medio, cuando dijo “esta no es una tarea pendiente de ser dicha, sino de ser hecha. Nuestro progreso, equilibrado, transversal, nacional, ha quedado detenido. Hay que ponerlo en marcha”, para añadir que “España no se va a romper. Sería lamentable que lo único que nos faltara fuera la voluntad”. Terminó diciendo que “este nuevo empeño nacional debe impulsar una reordenación del mapa electoral en el que primen movimientos inclusivos con programas con ambición nacional y deseo de progreso, alejados del localismo empobrecedor, del populismo mendaz y del adanismo insustancial” y  que, “cuando llegó la crisis económica ya estábamos sumergidos en una crisis de cohesión política, de ideas y de valores” –en clara alusión a la época de Rodríguez–y que “nuestra actual debilidad tiene ahí su principal causa. Debemos evitar que esas brechas sean fracturas y, más aún, derrumbe”.
Animó por fin a “no dar nada por seguro, pero sin dar nada por perdido”, expresando su convencimiento de que “sabremos hacerlo”.
Mientras tanto, Mariano Rajoy, preguntado sobre las últimas apariciones de Aznar, se ha limitado a decir: “Vengo a dar mis opiniones y no a comentar las de los demás” ¿Sorprende? A mí, desde luego, no. El hombre impasible no se iba a alterar por esta “nimiedad”. A imaginar se ha dicho…