La tiranía no se conquista con facilidad
“Estos son los tiempos que ponen a prueba las almas (el temple) de los hombres; El soldado de verano (soldados, a punto de licenciarse en enero y que habían contribuido al esfuerzo bélico durante el verano), y el patriota dispuesto solo cuando le resulta fácil servir a su país se arrugan ante el servicio; pero aquel que se mantiene firme merece el amor y el agradecimiento de todos los hombres y mujeres. La tiranía, como el infierno, no se les vence fácilmente; pero nos queda este consuelo: cuanto más difícil sea el conflicto, más glorioso será el triunfo. Lo que se obtiene fácilmente, no se valora”. Panfleto de Thomas Paine escrito la víspera de la batalla.
El panfleto de Thomas Paine fue uno de los discursos más hermosos en la historia de Estados Unidos y la libertad escrito durante la Guerra de Independencia, y quizá en todas las épocas.Thomas Paine no tenía fama de ser el más valiente en la trinchera, pero aquella noche gélida, al raso, junto a sus compañeros, descongeló la tinta en una de las innumerables hogueras del campamento militar, se calentó los dedos entumecidos, y escribió unas palabras que cambiarían el curso de la Historia Universal. Por orden directa de un general Washington, que lo había intentado todo para subir la moral de la tropa, con aquel panfleto Paine encendió una llama de ardor patriótico que brillaría para siempre en los futuros EE. UU. Claro como el agua y directo a los corazones fue utilizado por George Washington un día antes de una batalla decisiva, que sin ese discurso no hubiese tenido lugar. El crudo invierno, la falta de ropa apropiada, la falta de armas y munición hacían inclinarse a las tropas a marcharse a casa a pasar el invierno con sus familias. Era lo convenido. La campaña cuya finalización estaba prevista para el verano había acabado y les pillo el invierno. Parte de las tropas de George Washington dudaban ya si licenciarse y abandonar la lucha. El nuevo general de las fuerzas continentales de los rebeldes americanos se enfrentaba, con su desmoralizado ejército, no solo al enemigo sino al peor y más crudo de los inviernos registrados. Por el contrario, los ingleses disponían de una fuerza de mercenarios profesionales superior en número, mejor entrenada y bien pertrechada: abrigos, tiendas de campaña de invierno, armas, alimentos…
Enfrente y separados por el río Delaware, unos patriotas desarrapados se enfrentaban a los terribles hessian; el feroz ejército de mercenarios alemanes. Fue Paine el
precursor del patriotismo americano; un arma nueva y desconocida hasta
entonces que cogió por sorpresa al enemigo y que en última instancia
contribuyó a derrotarlos. Washington aportó la inteligente estrategia de
cruzar el río Delaware en Nueva Jersey la noche de Navidad de 1776 para
dirigirse a Trenton, algo que el enemigo no esperaba, tanto por el
momento como por las terribles y gélidas condiciones atmosféricas. El
resultado de la casi incruenta batalla lo podemos resumir en el factor sorpresa y las pocas bajas por
parte de ambos lados. La tropa enemiga fue hecha prisionera junto a un sustancioso
botín de guerra. Pero antes, Washington había tenido otra idea genial,
sin la cual su ejército no le hubiese seguido esa Nochebuena cruzando el río:
hizo imprimir en su campamento cientos de copias de la soflama de Paine,
y leerla ante cada grupo de soldados que se acurrucaban en las
numerosas hogueras del campamento militar. Ese discurso fue la chispa
que encendió los corazones de la tropa y oficialidad. Sin Paine y
acorralados por el ejército inglés, que se les perseguía victorioso, el
Ejército Continental hubiese sido destruido probablemente; y América no
habría sobrevivido.
Pero ¿qué hacía un inglés como Thomas Paine en medio de la batalla de Trenton?, en plena Guerra de Independencia Americana, escribiendo panfletos; y, sobre todo, ¿cómo había llegado hasta allí?
Hay que retroceder a su juventud, cuando vivía en Inglaterra. Después de la muerte de su mujer y de su hijo durante el parto, el joven Paine cayó en una profunda depresión. En un perverso efecto dominó del destino su negocio familiar de fabricación de corsés cayó en la ruina. Para empeorar las cosas, el gobierno inglés lo despidió de su cargo de inspector de impuestos, por su lucha pidiendo al Parlamento mejores condiciones de trabajo. Paine se hallaba en una situación desesperada. Pero entonces conoció a Benjamin Franklin, quien valorando la enorme valía de las ideas del que sería su amigo le aconsejó y ayudó para emigrar a las entonces todavía colonias americanas.
Con una carta de recomendación de Franklin en el bolsillo desembarcó en 1774 en Filadelfia, y consiguió trabajo como editor en un periódico. El periódico aumentó considerablemente sus ventas gracias a los editoriales de Paine, y en 1776 se hizo famoso cuando publicó Common Sense (Sentido Común), donde preconizaba que las colonias americanas debían separarse del reino de Gran Bretaña. Common Sense cayó como una verdadera bomba en las colonias, de tal forma que John Adams llega a decir: “Sin la pluma del que escribió Common Sense, la espada de Washington se habría desenvainado en vano”. Claro, que esta afirmación no dejaba de ser meramente propagandística, ya que Washington había intentado, en su juventud, vender sus servicios como general a los ingleses, pero esos cargos la corona no se los daba a los colonos. Más tarde, Paine escribiría una serie de panfletos incendiarios para propagar la revolución y la lucha contra la opresión; The American Crisis (la Crisis Americana). Así Paine se convirtió en el verdadero ideólogo de la revolución americana.
Sus proclamas y Common Sense se leían ilegalmente en secreto en las plazas, en las esquinas de cada calle, en las tabernas, en las casas. El que sabía leer tenía siempre un corrillo de atentos escuchantes. En su Common Sense, argumenta que la independencia era inevitable basándose en el sentido común, en hechos simples y sencillos que la población entendía a la perfección. “El gobierno era un mal necesario del que estaríamos a salvo solo si era representativo y alterado frecuentemente mediante elecciones. La acción del gobierno en la sociedad debía ser reguladora, y cuanto menos y más lejos mejor”. Sobresale en el libro su llamada a la declaración de independencia. Por lo tanto, la influencia de Common Sense fue directa en la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776, y Paine se enroló en el Ejército Continental.
Al acabar la guerra, Paine estuvo junto a su amigo Jefferson redactando la Constitución Americana. Si uno puso la forma, el otro puso parte del contenido ideológico; y el flamante gobierno americano le dio un merecido puesto en el Comité de Asuntos Exteriores del Congreso. Bien podría Paine haberse acomodado a su nueva situación, pero en el Congreso se ganó, enseguida, poderosos enemigos. La libertad por la que había luchado tanto quedó enturbiada a causa de los grupos de presión esclavistas; y Paine no podía aceptar la esclavitud, como es natural. Fue vilipendiado mediante una infamante campaña, pagada por sus enemigos, en la nación que él había contribuido a crear.
Desilusionado por el fiasco en el que había acabado la libertad en América; una nueva nación con esclavos, Paine volvió a Inglaterra en 1787. Interesado por la ciencia, su ambición era la de diseñar y construir un puente de hierro por primera vez en la historia. Eso nos lleva al carácter visionario y adelantado a los tiempos que tenía Thomas Paine en todos los campos. Esta labor de ingeniería la combinó con su pasión por la libertad y escribió Los Derechos del Hombre: obra que más tarde sería clave en la Revolución Francesa. En el Club Liberal de Londres, dio un famoso discurso en defensa de la libertad y la verdadera democracia en una sala llena de admiradores, pero también de horrorizados espías de la corona.
Aquellas cargas de profundidad contra la corona británica, el sancta sanctorum del sistema, en el mismo Londres ya era demasiado: “ese loco no solo había contribuido decisivamente a que Inglaterra se quedara sin sus colonias de América, sino que quería llevar la revolución y libertad al mismo corazón de Gran Bretaña”. De nuevo se ganó enemigos poderosos y peligrosos; pero si sus enemigos eran poderosos, también estaba arropado por amigos poderosos. Fue advertido de que no volviese a su casa al acabar la conferencia porque unos agentes lo iban a asesinar. Escapó a la conjura por los pelos, embarcándose aquella noche hacia Francia. Allí llegó a tiempo para saborear la Revolución Francesa. Era el escenario perfecto para alguien como Thomas Paine.
Evidentemente, el famoso Paine fue recibido en Francia como un héroe con todos los honores, y aunque no sabía francés fue nombrado miembro de la Convención Nacional. Pero cuando la revolución llegó a la luctuosa época del terror, quien tanto odiaba la institución de la monarquía se opuso ante la Convención a que se guillotinara a Luis XVI, tras su caída. También abogó por la vida de sus amigos girondinos (los que estaban siendo perseguidos por Robespierre y sus secuaces). Para Thomas Paine era la institución monárquica lo que se había de derribar y no ejecutar al rey, porque aunque lo matasen, otro ocuparía su lugar. Y esto tuvo la sangre fría, el valor y la gallardía de defenderlo ante unos radicales jacobinos como Robespierre, Marat y Danton. Sus amigos girondinos fueron todos rápidamente cayendo al filo de la guillotina, pero por la amistad que Thomas Paine tenía con el entonces presidente Washington, un cauto Robespierre simplemente lo encarceló sin atreverse a firmar todavía la sentencia de muerte.
¿Por qué Washington, su “amigo”, no hizo nada para librar a Thomas Paine de la cárcel y de la muerte? Precisamente el mismo Paine, que le salvó a Washington el trasero cuando en el campamento escribió, aquella gélida noche, la proclama que encendió los corazones y el valor de la desanimada tropa, antes de cruzar el río Delaware. Para vergüenza y oprobio de Washington, la realidad es que ni siquiera contestó a la carta que Paine le envió. El motivo, la política: estaba negociando con la Corona Inglesa y Paine seguía en busca y captura por los ingleses por traidor, agitador y revolucionario. Era para Inglaterra el enemigo público número uno. En su única carta Paine escribiría a Washington:
“Es imposible que a estas alturas no sepa la situación en la que me encuentro… Respecto a Vd. Sr., traidor en la amistad privada (pues eso es lo que ha sido en esta situación de peligro) y un hipócrita en la vida pública, el mundo no llegará a acertar si Vd. es un apóstata o un impostor: si ha abandonado los buenos principios o nunca los tuvo”.
Washington nunca le contestó, y el radical Robespierre, viendo que el Presidente americano se desentendía, firmó al cabo de un año la condena a muerte de Paine. Un carcelero pasaba cada noche con la lista de penados y marcaba, con una tiza, una cruz en la puerta de los condenados a morir al día siguiente. Aquel día, Paine tenía la puerta de la celda abierta (la puerta se abría hacia afuera) con un permiso especial del alcaide a causa de unas altas fiebres, y el guardia pintó la cruz por detrás. Nunca sabremos si por error, o no. Al día siguiente, le cerraron la puerta, y la cruz quedó por dentro de la celda; con lo cual, se libró aquella vez de ser guillotinado. Para cuando se dieron cuenta del error, la cabeza de Robespierre y sus colaboradores cercanos ya habían rodado en la guillotina, Thoma Paine fue liberado.
Con la salud quebrantada a causa de la estancia en prisión solo quería pasar sus últimos días en América, y su amigo Jefferson lo pasó de contrabando ante las narices de la flota inglesa, en un barco de guerra americano, ya que los ingleses tenían cercados los puertos franceses para capturarlo si intentaba escapar hacia América. Como es lógico, los ingleses registraban todos los barcos, pero no se atrevieron a hacerlo con un barco de guerra americano. Paine dejaba atrás la salud y un año en una infame prisión esperando la muerte cada uno de los días de ese año: cada noche sin saber si iba a ser la última. Cada una de esas interminables horas escuchando atentamente si alguien se acercaba y marcaba su puerta con la fatídica cruz de la muerte.
Antes de morir, desilusionado con el género humano, pero creyendo en la libertad, América le regaló la última demostración de ingratitud: muy enfermo y sin fuerzas para sostenerse se levantó de la cama e hizo un largo y penoso camino hasta llegar al lugar para depositar su voto. El presidente de la mesa lo reconoció y le rompió la papeleta: “Lo siento, no es Vd. americano y no puede votar”, le dijo cínicamente con una sonrisa.
En América nunca le perdonaron, mientras vivió, su oposición a la esclavitud y la libertad de pensamiento religioso. La Guerra de Secesión estaba por venir todavía. A los Estados Unidos de América les costaría ochenta y cuatro años nivelarse con la visión de la libertad que Paine defendía. Ese tremendo error les costó miles de muertos y una sangrienta y cruel guerra fratricida. La abolición de la esclavitud necesitó también sumar otro mártir más por la libertad: Abraham Lincoln.
Vergonzosamente para la joven nación, Paine vivió sus últimos tiempos como un pordiosero, en la América que él tanto había ayudado a forjar, en una casa donde le dejaron vivir. Por su origen cuáquero quiso que lo enterrasen en un cementerio cuáquero, pero hasta eso le negaron. Murió en 1809 y lo enterraron en un campo de árboles frutales cercano que el estado le prestó: solo cuatro personas asistieron a su entierro, pero esos cuatro asistentes al sepelio fueron todo un símbolo. Dos de ellas una amiga francesa, que iba a cuidarlo, y el hijo de la señora. Hijo y madre, uno enfrente del otro, con la fosa a sus pies y el cuerpo de Paine dentro: “Por quien luchó por la libertad de ambos países, tú hijo estás representando a América y yo a Francia en estos momentos” fuel el emotivo responso que sintetizo toda una vida en lucha por la verdadera libertad. El otro asistente fue un negro amigo suyo. Del cuarto, nada se sabe.
No suelo dar más de cuatro datos biográficos en mis escritos; pero la apasionante vida, lucha y sacrificio por la libertad, y la verdadera democracia e igualdad entre los hombres le hace merecedor, salvando las distancias de fe, de estar en un podio junto a personajes como Buda, Jesucristo, o de héroes como Luther King y Lincoln. Como todos los redentores de la humanidad, fue traicionado, perseguido, vilipendiado, incomprendido y sacrificado. Entender la democracia y la libertad es aceptar con valentía el mensaje de Paine, por su obra y sus acciones. Si Tocqueville fue el genial analista de la democracia en América, Paine fue el ingeniero de la misma. Sin él, la democracia no existiría. Os dejo con un resumen en vídeo de la Guerra de Independencia Americana