En este análisis poco importa que la promesa electoral de obras en distintas partes de Burgos estuviese en los programas electorales de todos los partidos menos en el de uno. Y mucho menos interesan los ríos de tinta vertidos en los rotativos sobre si el alcalde hizo bien en ceder ante las protestas y la la violencia como afirman unos, o si han sido las acciones de los vecinos las que han servido para que el poder incline la cerviz, como defienden otros; ni este análisis incide en cualesquiera de las opiniones para todos los gustos que han ocupado el tiempo de telediarios y tertulias políticas.
Nuestro enfoque va a ser distinto: el que atañe al ADN de la democracia en estado puro: esas normas de juego que tan solo tienen que ver con la representación de la sociedad civil y la más absoluta separación de poderes llevada a rajatabla.
La oligarquía de partidos incrustados en el Estado dan este tipo de frutos: los partidos tienen carta blanca para no cumplir con los programas electorales porque los programas electorales se hacen para no cumplirlos, como expresó en un ataque de cínica sinceridad Enrique Tierno Galván;
Simétricamente los resultados de las votaciones también se pueden obviar, y la forma de expresar la “voluntad del pueblo” puede ser tomando la calle, creando altercados, violencia, destrozos y dejando barra libre al anarquismo salvaje de los antisistema; porque en esas melés no hay forma de controlar quién es pacífico y quién no, quien va de buena fe a una manifestación ejerciendo su derecho y quién de mala fe quizá defendiendo otro tipo de intereses inconfesables aprovechando el río revuelto.
Gamonal- Fuente 20 Minutos
Para cierto tipo de oportunistas no es difícil explotar miserablemente el idealismo de los más jóvenes lazándolos a primera línea de los altercados violentos y quedarse en la retaguardia cuando empieza las leña.
Desgraciadamente, esta España nuestra todavía está a años luz de conocer ni siquiera intuir la existencia de otro tipo de planteamiento político verdaderamente inteligente; de constituirse en una sociedad civil capaz de luchar y exigir ante todo un sistema donde la voluntad de la sociedad civil sea ya recogida en el mismo sistema, y los programas electorales sí estén para cumplirse. Ahora bien, el problema de ignorancia (i) se refleja en el mismo lenguaje de los políticos.
Y para muestra un botón: en una pregunta algo capciosa que le hicieron a un conocido político de izquierdas, al que llamaremos xx, en uno de esos programas televisivos de sabios tertulianos que no tienen ni idea de lo que significa la democracia, ni se han interesado nunca por averiguarlo, la respuesta del político en las antípodas ideológica a la del PP definió cómo la partidocracia lleva en su mismo ADN la falta de representación de la sociedad civil. Algo que ningún político ni medio de comunicación se plantea.
Sr xx – le preguntaron – su partido llevaba también en su programa electoral proyectos de parkins y obras en Burgos; ¿por qué critica al PP por llevar el mismo tipo de propuestas y cumplir con su programa?
El programa electoral no es un cheque en blanco – contestó el político – estoy seguro que de mandar nosotros, antes de empezar, le hubiéramos preguntado al barrio si quería que las obras se realizasen…
No dudo de la honestidad en la respuesta del veterano político, pero la falta de representación está en el mismo ADN de su respuesta. En una democracia formal los aspirantes de cada DISTRITO ELECTORAL, pertenezcan o no a un partido, conocen a la gente y recogen sus necesidades; y es a partir de ahí donde se montan los programas electorales para cada distrito. Y de esa melé surge un solo diputado de distrito para representar a los ciudadanos de ese distrito y no al partido. Y si es democracia de verdad, ese único representante tiene carácter imperativo y ha de defender el deseo de los ciudadanos y no del partido. Por lo tanto, xx marcó muy bien la genética del sistema al que todos los políticos pertenecen sin excepción: ese sistema donde el partido hace el programa que mejor se acomoda a sus intereses (no al de los ciudadanos), y si después se siente “democrático” puede hacerle el favor a los ciudadanos de preguntarles si se llevan a cabo las obras o no. Por otro lado, el poder imperativo lo tiene en todo momento el partido; que es el que tiene la facultad de ejecutar siguiendo criterios propios de interesarse o no por el deseo de los ciudadanos. De haber estado yo presente en aquella tertulia televisiva le hubiese comentado a todos los presentes:
No señor. Primero se patea el barrio y la calle, el mercado de abastos y lo que haga falta; se pregunta a los ciudadanos qué necesitan y qué quieren; y después se hace el programa electoral para cumplirlo por mandato imperativo de ciudadano en caso de ser elegido, y no al revés.
Ahí tenemos uno de los pequeños detalles que marcan la diferencia entre un sistema democrático y uno oligárquico de partidos; entre la democracia formal y la partidocracia: representación.
iIgnorar: No saber algo, o no tener noticia de ello. RAE