Vivimos desde hace muchos años en España con una supuesta democracia y con una supuesta libertad, pero que de forma sibilina nos quiere imponer a todos una uniformidad mental. Esa uniformidad mental provoca que muchos seamos etiquetados como fachas, como reaccionarios o, simplemente como tontos. Esa uniformidad mental implica dos ámbitos fundamentales. El primero el político, hay que ser de izquierdas, en la izquierda está la verdad y la superioridad moral, si no eres de izquierdas ya hay problemas, entonces es que algo no funciona bien. El segundo podríamos llamarlo moral o religioso, la Iglesia es culpable de todo, primero hay que detestar a la Iglesia en todo lo que haga y en segundo lugar hay que fomentar el ateísmo, el mero hecho de creer es de imbéciles. El creyente es tratado como un auténtico descerebrado y, prácticamente, como un apestado.

Esos que tanto detestan a los creyentes no sólo critican las ideas de aquellos que creen si no que les atacan e intentan humillar continuamente. Desde el momento que alguien es atacado de esa forma por el mero hecho de creer en algo ya no disfruta de esa libertad de la que supuestamente disfrutamos todos. Pero es aquí donde empezamos a encontrarnos cosas curiosas con las movilizaciones de masas que sufrimos en España últimamente. En concreto hablo de dos, las provocadas por ese partido emergente que se llama Podemos y las del nacionalismo catalán. Tienen dos aspectos ideológicos fundamentales esas dos movilizaciones. En primer lugar son protagonizadas principalmente por la izquierda y en segundo lugar si hurgáramos en sus protagonistas en su aspecto moral o religioso serían principalmente ateos y totalmente anti clericales.

Estos dos últimos aspectos, el anticlericalismo y el ateísmo son quizás los más curiosos. Presumen de incrédulos, pero al final se lo tragan todo, al final acaban endiosando a personajes totalmente infumables sólo por las milongas que les cuentan. Tanto con Podemos como con los partidos independentistas su camino, a partir que ellos manden, va a ser un camino de rosas. Todos van a ser felices, no va a haber ningún tipo de problema ni económico, ni de otro tipo y la vida en la tierra va a ser como una especie de paraíso celestial. Es decir, detestan a Dios y todo lo relativo a Él, pero después no tienen problema alguno en endiosar a cuatro iluminados por los que estarían dispuestos a hacer de todo.

Están cayendo, en general, en la trampa de un aborregamiento y de una sumisión tal que resulta hasta preocupante para los que lo vemos desde fuera. No critico el participar en marchas o manifestaciones, critico la uniformidad. Critico el adoctrinamiento y el endiosamiento del líder, critico la falta de ideas propias, que se demuestran cuando algunos son preguntados y repiten como papagayos lo que acaban de escuchar, sin más. Presumen de incrédulos, presumen de libertad individual y no la tienen desde el momento que su cerebro funciona por impulsos provocados por otros.

4 Comentarios

  1. Comete Ud. un grave error.
    Ser ateo no equivale, ni mucho menos, a ser comunista.
    De hecho, el comunismo es en sí mismo una religión, con su dogma, sus profetas, y su paraíso prometido, todo ello más allá de la razón. Esencialmente es una religión monoteísta más.
    Un ateo, en cambio, es alguien que simplemente utiliza la razón para deducir que no hay un dios, y en eso no se diferencia demasiado que cualquier creyente, ya que en realidad cree en un dios menos que él.
    Aprenda, entonces, a diferenciar las cosas.

    • Me parece que quien más errores comete es usted, interpreta cosas que yo no he dicho y las otorga el título de "verdad absoluta", o sea la suya. Aprenda usted a interpretar menos por libre y hágalo en base a lo que se escribe.

    • Así lo he hecho, aunque a Ud. no le guste.
      Ha atacado a ciertas acciones de los comunistas, pero no como comunistas sino como ateos, implicando (intencionadamente o no) a los ateos en esas actitudes.
      Ser ateo no implica, de ninguna manera, ser comunista o comulgar con sus acciones.
      Por otro lado, he hecho la crítica respetuosamente, en términos claros y no peyorativos. Ud. se ha enfadado, y pretende darme lecciones en cuanto a mis opiniones.
      Es el problema de las declaraciones públicas: se somete uno al análisis de las personas a las que llegan, aunque ese análisis no sea de nuestro agrado.
      Creo, sin embargo, que lo más importante es respetar las formas y hacerlo con decoro. En ese sentido, se que yo al menos no he faltado.

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