Lo que me sorprendió después es lo que leí por redes sociales sobre la derrota. Mucho nacionalista vasco y catalán diciendo sandeces, mucho perroflauta haciendo comparaciones absurdas y mucho “republicano” de esos de nuevo cuño, de los aborregados claro, haciendo comentarios absurdos y alegrándose de la abultada derrota sufrida por la selección. Yo puedo entender casi todo, puedo entender que no todos tenemos por qué tener la misma ideología política, ni pensar igual sobre cual es el mejor futuro para España. Pero lo que no puedo entender por muchos esfuerzos que haga es que alguien pueda tener una ideología en la que se rechace y se odie a su propio país. ¿Que más les da entonces los cambios políticos o sociales de ese país si no les gusta su propio país, si lo detestan? Salen a la calle con esa bandera tricolor pidiendo cambios en un país al que odian. ¿Alguien lo entiende?
Lo de este país está empezando a ser digno de estudio, debería analizarse hasta el agua que consumimos, algún problema debe tener para que haya tanto tonto desperdigado por todo el territorio nacional. O quizás debería hacerse el árbol genealógico de los tontos, no sea que en realidad sus extraños casos no sean más que producto de una enfermedad. Quizás sus padres fueran primos carnales o quizás familiares directos y de esa unión salieron algunos cerebros incompletos o con alguna tara. Lo cual les eximiría de culpa a ellos, lógicamente.
Nacer en un país, en este caso España, tiene para mucha gente entre los que me incluyo, un primer sentimiento que es el de orgullo. Me siento muy orgulloso de la historia de España, de su riqueza cultural, de su clima, de sus paisajes y, a pesar de muchos, de sus habitantes. España es el resultado del trabajo de muchas generaciones, de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros bisabuelos… Rechazar y renegar de tu país, para mi, es como rechazar y renegar de tu propia familia. Que se lo hagan ver esos que son fruto, como mínimo, de un matrimonio entre primos.